¿A las puertas del cambio?

Alfonso Gómez Méndez

A pocas horas de haberse conocido el resultado electoral del domingo, aún es temprano para entender la profundidad del ‘terremoto’ que podría llegar a significar un cambio real en la estructura política del país. Las ‘sorpresas’ se dieron en todos los órdenes.
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Contrariamente a lo que muchos pensaban, la Registraduría Nacional hizo bien su trabajo, y antes de dos horas de iniciado el conteo de los votos ya se sabía quiénes pasaban a la segunda vuelta. El Registrador, Alexander Vega, hoy puede decir que los hechos despejaron las dudas que se habían planteado sobre la eficacia y la pureza del sistema electoral. 

Nadie alegó fraude y los principales protagonistas de la contienda, en cuestión de horas reconocieron los resultados. Sin alcanzar todavía los niveles de participación del 70 por ciento del plebiscito de 1957 y después de la altísima abstención del 70 por ciento cuando se eligió la constituyente, se superó la tendencia de los últimos veinte años y más del cincuenta y cinco por ciento de los convocados depositaron su voto.

Independientemente de lo que pueda pasar en estas tres semanas, lo que quedó claro es que las estructuras políticas tradicionales, conocidas como las ‘maquinarias clientelistas’, fueron derrotadas estruendosamente. Ojalá, esta vez sí, los jefes y directivos de esas vetustas estructuras (Liberal, Conservadora, Centro Democrático), entiendan que deben dar un paso al costado para facilitar cambios al interior de sus propios partidos que los alejen de su definitiva extinción. Se demostró que esos apoyos, afanosamente buscados por algunos de los candidatos, son más un lastre, que un motivo de impulso electoral.

Es verdad que el país, en el curso de su accidentada historia del siglo XX, tuvo momentos que pudieron significar un timonazo en la conducción de los asuntos públicos. Por motivos casi siempre violentos, lo que se conoce con el gaseoso nombre de “fuerzas oscuras”, impidió que se diera el paso.

La Revolución en Marcha de López Pumarejo, en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, abrió las puertas a un nuevo país y a una nueva generación política. Por primera vez, consagró el Estado Social de Derecho. Fue una revolución pacífica inconclusa que se frustró primero por la división liberal en 1946 y luego, por la violencia. En 1950, el líder liberal-socialista, Jorge Eliecer Gaitán, iba a ser el presidente –llevado por su arrolladora personalidad que electrizaba a las masas– pero se le atravesaron los asesinos y tuvimos los horrores de la violencia política.

En 1970, un alegado fraude electoral dejó en duda la derrota del ex dictador Rojas Pinilla que ya por las vías democráticas tenía un gran respaldo popular. Por lo que pasó ese 19 de abril, surgió un movimiento guerrillero, supuestamente para hacer respetar el triunfo en las urnas: el M-19, que causó muchos estragos hasta deponer las armas en el gobierno de Barco y entró exitosamente por la vía electoral eligiendo casi la tercera parte de los constituyentes. Hoy, alguien que era un niño en ese momento y que muy joven militó en ese movimiento, está a punto de lograr lo que no pudo Rojas Pinilla: la presidencia de la República, con un respaldo inicial de casi nueve millones de electores.

Con Belisario Betancourt, en 1984, el país estuvo a punto de conseguir la Paz, pero otra vez las fuerzas oscuras anegaron en sangre el movimiento político surgido de esos acuerdos y mataron a sus dos candidatos presidenciales, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, así como a más de tres mil simpatizantes. El otro momento de cambio fue el del Nuevo Liberalismo con Luis Carlos Galán, que lideraba el gran remezón de las viejas estructuras liberales. También fue asesinado cuando todo parecía indicar que sería el presidente.

Hoy el país está ante otra alternativa real de cambio con un candidato de la izquierda democrática curtido ya en varias elecciones, y otro, Rodolfo Hernández, verdadero fenómeno electoral de los últimos tiempos, de quien poco se sabe, pero que logró calar en la gente con su discurso contra ‘la robadera’. En estos días los ciudadanos tendrán tiempo para analizar a fondo las dos propuestas si, como debería ser, Hernández acepta los debates. Ambas, desde orillas distintas, pueden significar un cambio. Ya veremos.

 

Alfonso Gómez Méndez

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