¿Quo vadis Venezuela?

Es tanto el afán de protagonismo y las ansias de poder del pintoresco gobernante de Venezuela, que ha llegado hasta convertir el mal augurio y la “complejidad” de la operación a que se sometió en razón del cáncer que lo aflige, en argumentos retóricos para tratar de conmover la política interna en favor de sus candidatos.

Es tanto el afán de protagonismo y las ansias de poder del pintoresco gobernante de Venezuela, que ha llegado hasta convertir el mal augurio y la “complejidad” de la operación a que se sometió en razón del cáncer que lo aflige, en argumentos retóricos para tratar de conmover la política interna en favor de sus candidatos, de cara a las elecciones de gobernantes regionales y mantener la vigencia de su farragosa doctrina  ante la posibilidad de que no alcance a llegar a juramentarse el próximo 10 de enero como presidente para un nuevo mandato que prolongaría sus 14 años de gobierno.

Y en una desbordada actitud mesiánica, cual tropical monarca que desprecia lo que al respecto manda su Constitución Política, designa como su sucesor para la conducción futura de su país, al ex canciller y hoy vicepresidente, Nicolás Maduro, como años atrás también lo hizo con su hermano, su mentor político y guía intelectual en la desvencijada Cuba, el octogenario Fidel Castro.

Unas actitudes minuciosamente calculadas, que se suman a “las paternalistas” acciones del gobernante llevadas a cabo mediante el uso incontrolado de los recursos provenientes del petróleo, las boinas, camisas y banderas rojas al viento a la mejor usanza fascista para motivar a los desposeídos y carentes de rumbo político, los atentados contra las libertades fundamentales para cimentar su poderío, la persecución a sus adversarios políticos y la liquidación sistemática de los medios de comunicación desafectos a su nocivo mandato que no se para en mientes para lograr sus torvos propósitos.


Falta saber si el impacto electoral que puedan lograr tan habilidosas maniobras, logren obtener para el partido chavista los votos necesarios para acceder a las 8 gobernaciones que actualmente detenta la oposición -incluida la que su hermano pretende-, consolidando así su poder, lo cual le permitiría “bajar tranquilo al sepulcro” como en memorable frase lo dijera su paradigma, el Libertador Simón Bolivar.

Es bueno recordar que todo aquello comenzó en el vecino país por lo que en los primeros momentos se consideró como el inocuo escarceo de un militar apenas sí  conocido por el fallido “golpe de estado de febrero del 92”, que lenta e imperceptiblemente, fue debelando una desbordada ambición, sin que su pueblo se percatara de ello por manes de los halagos populistas y la exacerbación de su nacionalismo mediante un vehemente discurso montado sobre la supuesta reivindicación de los desheredados “de mi pueblo” inconformes con la corrupción de la clase política tradicional encabezada por Carlos Andrés Pérez.

Ejemplificante situación, que debe ponernos a pensar aquí y ahora a los colombianos, cómo los pueblos carentes de metas y propósitos claros de desarrollo y mal dirigidos por una clase política corrupta, resultan fácil presa de vendedores de ilusiones y falsos profetas y demagógicos conductores, y cómo acosados por la desesperanza terminan por saltar al vacío como su última opción válida “sobre la tierra”.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME- DôME

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