La educación en Colombia: ¡un rotundo fracaso!

Increíble pero cierto, que en el hipotético caso de que este artículo fuera leído por 100 de nuestros bachilleres, solo sería entendido, apenas, por 50 de ellos.

No debido a una eventual complejidad que definitivamente no tiene, sino como consecuencia de la inefable circunstancia reseñada en pasados días por el diario Libération conocido en Francia simplemente como “Libé” desde que lo fundaran 40 años atrás en febrero de 1973 los periodistas Benny Lévy y Serge July y el profesor universitario y filósofo de izquierda Jean-Paul Sartre, -hoy orientado por el empresario Édouard de Rothschild-, que “…de cada 100 “bachilleres” que egresan de los planteles educativos colombianos, apenas 50 saben leer y escribir…”, ya que el resto son analfabetos funcionales y presentan dificultad para la inteligencia de las matemáticas y las ciencias, así como para realizar la mayoría de las tareas cotidianas, todo lo cual les impide integrarse de manera efectiva en la sociedad.

A  lo que –como si lo anterior ya no fuera alarmante-, debe agregarse que en esta cifra se encuentra involucrada “la educación privada”, supuestamente de mejor calidad que la que suministra el Estado, sobre todo en el sector rural y las pequeñas comunidades, de por sí verdaderamente deplorable, contribuyendo a explicar con eficiencia suma los índices de desigualdad social y diferenciación en el ingreso existentes, superiores a los de la mayoría de países del orbe, y constituyendo una situación a la que no se le brindan alternativas de solución por parte del sistema educativo nacional.


Todo lo anterior suficientemente corroborado por los bajos resultados de la evaluación hecha en el mes de mayo del año anterior por la Organización Internacional para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) a través de la prueba “Pisa”, en la que nuestro país apenas si ocupó el vergonzoso puesto 52 entre 65 sistemas educacionales de las más diversas naciones, demostrativo sin duda alguna de su exigua calidad, y como por años nos lo han puesto en evidencia los resultados que nacionalmente arrojan las pruebas “Saber” y los exámenes de ingreso a las diversas universidades donde los realizan.


Panorama más sombrío aún, en tanto en cuanto el alto gobierno se solaza creyendo que las solas cifras de cobertura le bastan al país cuando ya desbordan los ocho millones y medio de estudiantes ingresados al sistema, evidenciando que no sabe o no quiere saber, que con las resultas que presenta la educación, seguirá distante la posibilidad de incorporación de las mayorías al desenvolvimiento económico, puesto que un grueso porciento de la población cubierta, no llegará a tener competencia alguna de las necesarias para entrar a hacer parte esencial del proceso productivo del país.


Tan negligente actuar angustia, cuando le bastaría mirar -para seguir su ejemplo- lo que en otras latitudes ya ha tenido éxito probado frente a realidades similares a la nuestra, como Corea, Bélgica, Holanda, Finlandia o “el proyecto de educación modular suizo”, exitoso en la formación profesional en casi todos los oficios y en la formación en general con miras a convertir el aprendizaje en una estrategia de supervivencia de la sociedad, extendido prácticamente a todos los campos del saber, haciendo no solo posible, sino eficaz y efectiva la formación continuada, generando “competencias” que se puedan convertir en prestaciones económicas y sociales para el que las adquiera y que le aporten ventajas concretas para su bienestar y prosperidad al conjunto todo de la sociedad.


Reduciendo, además, la velocidad con que se viene dando la obsolescencia del conocimiento en estos tiempos, en virtud de la rapidez que experimentan los desarrollos científicos y tecnológicos.



(*) Especialista en docencia Universitaria
Universidad de Ibagué - Universidad de La Habana

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME-DÔME (*)

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