Pongámosle orden a Ibagué

De varios años para acá, la apacible y bucólica Ibagué, otrora pequeña pero organizada ciudad, devino -a pesar de la creación de la ampulosamente llamada Secretaría de Planeación municipal-, en desgreñada urbe, carente de un racional ordenamiento en su desenvolvimiento.

De varios años para acá, la apacible y bucólica Ibagué, otrora pequeña pero organizada ciudad, devino, -a pesar de la creación de la ampulosamente llamada Secretaría de Planeación Municipal-, en desgreñada urbe, carente de un racional ordenamiento en su desenvolvimiento, y ante la desidia o incompetencia de los funcionarios encargados de tal tarea llegaron el desorden y el caos generalizados en que hoy vivimos, todo ello acentuado por un inusitado crecimiento poblacional que hoy desborda la capacidad de sus servicios y un desmesurado incremento de su parque automotor sin disponibilidad de vías, que tornó la totalidad de su infraestructura, -en algún momento adecuada y suficiente-, en precaria e ineficiente.
 
Tal atraso urbano devino además, a causa de la falta de una clara visión de futuro de los anteriores gobiernos municipales, en aquellas acciones que sus dirigentes improvisaban para sortear el problema que el día a día les presentaba, sin anticiparse a su ocurrencia de manera precautelativa, como lo aconsejan los manuales del providente y buen administrador.
 
O si no revisemos cuantos años hace que la malla vial de esta capital no se amplía, ni se construye una nueva avenida de holgado trazado o de doble o triple carril, mientras sus pocas calles estrechas y de añosa concepción se destruyen y saturan con un tráfico que crece y aumenta con inefable desmesura.
 
Ello sin detenernos a mirar, cómo pasándose por la faja el Acuerdo 0116 de 2000, por el que se adoptó el Plan de Ordenamiento Territorial de Ibagué, el 009 de 2002 que consagro la normativa general de usos, construcciones y urbanizaciones y el 028 de 2003 que pretendió gobernar el espacio público, así como sus correspondientes decretos, resoluciones y circulares reglamentarios, las “curadurías urbanas” permitieron que se amalgamaran las diversas áreas de la ciudad, coincidiendo vivienda con industria y comercio, bares, tiendas, prostíbulos, restaurantes, moteles y centros de salud, tal como se evidenció en el incendio ocurrido el pasado jueves en la 26 con 2ª en una fábrica de velas colindante con un motel, que operaba en pleno corazón de una zona residencial salpicada de talleres y otros negocios, próxima a los cuarteles de la policía.
 
O barrios de precario acceso, como el tradicional de La Pola o los nuevos que sin pausa vienen surgiendo en la zona norte, que se densifican con la construcción de hoteles, grandes bloques de apartamentos y centros comerciales, inexplicablemente autorizados por unos “curadores urbanos” que aparentemente no ven la gravedad del problema que, con su “generosa” e irresponsable permisividad y amparados en la ausencia de un POT claro y adecuado, le están echando encima a la ciudad del futuro.
 
Y hasta hoy no se implementaron o tomaron medidas para descongestionar el centro tradicional de la ciudad haciendo que la operación institucional se realice en otros lugares distintos a éste, trasladando oficinas públicas, sedes bancarias, clubes, emisoras y las anarquizadas plazas de mercado, a fin de evitar que su irracional ubicación continúe contribuyendo a afectar este sector. Por el contrario se autorizó en él, el funcionamiento de universidades, institutos tecnológicos y colegios que incrementaron hasta la saturación el abarrotamiento del área.
 
Sin contar cuanto contribuye a intensificar tan anárquico panorama, la falta de un racional sistema de transporte colectivo, mientras el existente, desordenado y caótico, acentúa la saturación y acrecienta la accidentalidad.
 
Ojalá Luis H. en el tiempo que le queda, reoriente el perdido rumbo de la planeación del pasado y le trace nortes ciertos a la ciudad.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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