Otro año político que se inicia

Cuando apenas si han transcurrido unos cuantos días de este nuevo año, en los cuatro puntos cardinales de esta extensa y variada geografía patria ya no se habla de otra cosa que de las elecciones que se efectuarán en los meses venideros de marzo y mayo, para elegir, en su orden, tanto al Congreso como al Presidente de la República.

Y es que las aptitudes y méritos de los aspirantes -ya abundosos, ya escasos-, son temas que han terminado por convertirse en la mejor cantera de nuestros informadores para extraer noticias, algunos de los cuales, por lo demás, en su tarea es poco lo que orientan y si harto lo que confunden y despistan al potencial elector, como cuando difunden, sin “beneficio de inventario”, cifras de mendaces logros, constitutivas de “falsos positivos” mediáticos, conformadas por estadísticas maquilladas con el único y fementido ánimo de darle sustento al afán reeleccionista del actual mandatario y su cauda, o demeritarlo.

Todo ello, acicateado por el generoso reparto desde el Ejecutivo, de la corruptora “mermelada”, con el protervo fin de fortalecer sus pretensiones y las de aquellos que lo ilusionen con llegar a conformar una bancada parlamentaria mayoritaria, que apoye su aspiración a repetir período.

Manes de la reelección que tanto daño le hizo a las costumbres políticas del país en el pasado y seguirá causando en el futuro, sino se suprime, como varias veces se hizo en cada una de las ocasiones que logró infiltrase en la vida institucional del país con su carga de negativos efectos.

Que no han sido pocas, puesto que en las varias oportunidades en las que la reelección se consagró institucionalmente, se constituyó en causa eficiente de pasajes que cubren hoy de oscuras sombras nuestra historia, como los protagonizados por el primer reelegido de nuestra corta vida republicana, Francisco de Paula Santander, y las sucedidas en la pasada centuria, en las que dio lugar a la caída del Partido Liberal al facilitar en su momento los corruptos procederes del llamado “hijo del ejecutivo”; y más tarde del derrumbe de la dictadura del abuelo de los Moreno Díaz, que pretendió beneficiarse de ella promoviendo al efecto la convocatoria de una Asamblea Constituyente, y del deterioro de la imagen del gobierno inmediatamente pasado ante la opinión, al haberla impuesto mediante la reforma “non santa” del “articulito” constitucional que la proscribía, desbalanceando el indispensable equilibrio de las Ramas del Poder Público, debilitando las entidades de control y de paso reeditando la caduca idea del caudillismo.

Porque no debe ignorarse que el camino de la paz debe pasar en primera instancia por el sistema electoral, en cuanto éste, con su puridad y buena fe le imprime o no fortaleza y credibilidad al régimen político que sustenta, dotándolo de confianza y diafanidad entre sus ciudadanos, restándole, en la misma medida, fuerza argumental a sus detractores.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME - DOME

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