Deportes Tolima: Una enseñanza de vida

Manuel José Álvarez Didyme

Como es bien sabido, la semiótica se encarga de estudiar “la significación”, incluso la de nuestros actos o sea de los actos humanos.

A partir de la premisa de que todo tiene un significado que debe ser comprendido en su verdadera dimensión para que, a partir de su correcta inteligencia, se obtenga una buena y eficaz información.

Que es de lo que hoy debiéramos estar haciendo como colectividad: Tratar de derivar el correcto significado del desempeño del Deportes Tolima, -si se quiere nuestros principal paradigma raizal-, en los campeonatos de fútbol de reciente realización, como el que acaba de concluir, ante equipos de mayores pergaminos y por tanto de mayor tradición en el país, como Millonarios, Nacional, Junior o América, con más tiempo de existencia y con mayor disponibilidad de recursos, en tanto en cuanto hacen parte de regiones con economías más sólidas y fluidas que la nuestra.

Un equipo que nació modesto y con un escuálido presupuesto de voluntarias aportaciones, administrado por años por un verdadero apóstol de las causas de esta tierra, el médico Jorge Guzmán Molina o “Guzmán Tolima”, como terminó llamándosele a este ilustre galeno, en razón del tesón y el empeño que le imprimió a su tarea por demás valiosa.

O “un equipo de obreros” como recién lo calificó ante los medios, con humildad suma, quien fuera su director hasta hace unos pocos días y ya en tiempos de bonanza en la era de ese “Rey Midas criollo”, don Gabriel Camargo, dado que hoy se encuentra posicionado en un destacado puesto, como que es reconocido entre los 30 clubes del balompié más cotizados del orbe. 

El profesor Alberto Gamero, eficiente y eficaz estratega samario, que llevó a un puñado de jóvenes bien motivados y desprovistos de toda arrogancia, pero sin complejos y sin arredrarse ante ningún rival; con entidad y con clara identidad, a formar una nómina modesta en apariencia, pero decididamente basada en el deseo de hacer bien las cosas, y con el ánimo que aquel le infundía, a obtener dos logros, un título en la Liga, una Copa Colombia y un nombre apreciado y respetado en el ámbito deportivo. 

Una clara enseñanza de vida, de cómo las derrotas y las circunstancias adversas, aparentemente negativas, pueden llegar a transformarse, con esfuerzo, entusiasmo y dedicación, en positivos resultados.

Lo que viene al ratificar aquello que los antiguos romanos ya sabían cuando organizaban sus cortejos para conducir en medio de vítores a sus triunfadores desde el campo de Marte hasta la ciudad engalanada, pasando por la calle del Triunfo hasta el Capitolio: que cuando se selecciona a las personas adecuadas, se les compromete con una causa y se les prepara con organización, disciplina y voluntad para el éxito, no importa la calidad del reto, ni la tradición del rival, para alcanzar la victoria, y que una vez lograda esta, debe ser reconocida y exaltada y compartida colectivamente.

Relevante lección de vida, de no olvidar por una comunidad que suele descreer en sí misma, en sus valores y logros y se deja llevar repetidamente por el pesimismo y la desesperanza, siendo lo peor, que las más de las veces no escoge adecuadamente a sus líderes o directores, y lo más grave aún:

¡…que no se crece frente a las crisis como debiera y se conforma con la mediocridad!

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