Rescatando a Hemingway

“Quiero escribir una columna sobre Hemingway…” -le dije el otro día a mi novia mientras alistábamos al perro para salir de paseo- “…pero primero quiero leer algo más de él”. Su figura, aunque épica, nunca me había generado especial interés y, por ello, mi único acercamiento hasta entonces había sido aquella tarde en que saliendo de mi universidad pasé por la librería de siempre y me enamoré a primera vista de la portada vintage de la edición de bolsillo de “Por Quién Doblan Las Campanas”: tres antiguos aviones de combate que bajaban en picado diagonal con la estética característica de la propaganda de la Segunda Guerra Mundial.

Todos nos equivocamos

La fila era kilométrica, avanzaba con parsimonia reptiliana y se enroscaba sobre sí misma a lo largo de los laterales enrejados del Parque de El Retiro. La expectación por el regreso de la Feria del Libro de Madrid tras dos años y medio era total y a Colombia se le concedió el honor de ser el primer país invitado de la nueva normalidad, una responsabilidad cuya magnitud, tristemente, no logramos entender y para la que no estuvimos a la altura. España solo nos pedía una cosa: mostrar lo mejor de nuestra literatura y ayudarles a organizar un evento que, aprovechando la significativa presencia de residentes colombianos, buscaba impulsar las deprimidas ventas de un sector tan golpeado por la pandemia como lo es la cultura. En lugar de ello, dimos un espectáculo que algunos medios ya etiquetan como “circo político” y “torpedeo”.

El sutil encanto de las notas al pie

Recuerdo que hace muchos años, durante alguna de mis madrugadas sonámbulas en la universidad, el profesor cualquier-nombre-y-apellido que dictaba la asignatura de derecho-de-lo-que-sea le tendió una trampa colectiva a mi clase con un intempestivo quiz de control de lectura sobre el texto de turno que debíamos estudiar.

En defensa del best-seller

No por pocas razones, y la mayoría de las veces con motivos bastantes fundados, a la expresión best-seller se le ha mirado con suspicacia en el mundo editorial. Y es que es una verdad tan irrefutable como la gravedad que el volumen de ventas de un libro no necesariamente guarda una relación directamente proporcional con la calidad del mismo. Triste es ver que muchas joyas literarias libran auténticas batallas comerciales por conseguir siquiera cubrir sus propios costos de impresión mientras títulos sensacionalistas con el éxito asegurado se escriben con tal apremio y se editan de forma tan descuidada que cuando inundan las estanterías dan la impresión de ser borradores avanzados y no ediciones finales. 

Jaque editorial

Durante años, las tardes de los martes y jueves siempre tenían ese toque ceremonial en la biblioteca de mi colegio.

Ojito con Colson

Su larga cabellera entrelazada en rastas que le caen hasta más abajo de los hombros y su intermitente barba de candado, que algunos días aparece en las fotos y otros no, bien podrían hacerlo pasar fácilmente por un productor musical de reggae jamaiquino, pero que su desenfadada apariencia no les engañe: se llama Colson Whitehead, es más neoyorquino que un bagel con tinto a media mañana y, si todo sale como debería salir, en algún octubre de los próximos 30 años ganará el Premio Nobel de Literatura.

La fortaleza literaria


A cualquier persona que visite Granada solo le hará falta levantar la vista hacia las montañas para transportarse a través de las dimensiones hasta el universo místico de las Mil y Una Noches sin tener que salir de Andalucía, pues coronando el cerro de la Sabika, y como si del espejismo de un oasis se tratara, yace la Alhambra, una colosal fortaleza de piedra y arcilla que protege la ciudad desde las alturas hace más de ocho siglos.

El enigma gordimer

La historia de la literatura está construida sobre los despojos de miles de escritores que, a pesar de los cientos de horas de vuelo invertidas en sus manuscritos, nunca alcanzan la tan anhelada inmortalidad con sus letras.

¿Hay literatura en la ley?

Desde hace casi un siglo, la relación simbiótica existente entre el derecho y la literatura ha sido el objeto de una silenciosa pugna académica no exenta de acaloradas polémicas entre doctrinantes. La corriente más significativa es, sin duda alguna, la de “Law in Literature”, sector liderado por Benjamin Cardozo, antiguo magistrado de la Corte Suprema de Estados Unidos, la cual analiza con detenimiento la introducción de elementos jurídicos en el cuerpo de textos literarios y considera a las novelas material valioso a través del cual los estudiantes de Derecho podrían aprender sobre la naturaleza de la condición humana y cómo esta importa a la hora de aplicar la Ley. “El Proceso” de Franz Kafka, “Matar a un Ruiseñor” de Harper Lee o el “El Extranjero” de Albert Camus son, entre otros, títulos de referencia y grandes exponentes de esta línea.

Nuestro flamante club literario

Francamente, no recuerdo cómo surgió la idea. Tal vez fue durante alguna de aquellas horas muertas de la noche en las que ordenábamos pizza y ya sin corbata nos reuníamos en cualquier sala de conferencias para divagar al calor del pepperoni, mientras los contratos atrasados se revisaban solos en nuestras oficinas. El caso es que al día siguiente Panesso, Puerto y yo asaltamos a nuestro socio de confianza en su despacho para pedirle un favor muy particular sin hacer preguntas: meter la mano en un talego improvisado para elegir el libro que leeríamos ese mes. El azar dictó su sentencia, “La Nueva Lucha de Clases” de Slavoj Žižek sería el inicio de aquella gran aventura.