El expediente Marías

En una época como la nuestra, tan frenética y prolífica en materia de contenidos audiovisuales, la más que segundona categoría de “Mejor Guion Adaptado” en los Premios Óscar se convierte sin quererlo en una pequeña redención que permite rendirle un ignorado homenaje a los libros que están tras varias de las mejores producciones cinematográficas.

Murakami al volante

Bien podríamos afirmar que la melancolía es el eje central de toda la literatura de Haruki Murakami. Cualquiera de sus prolíficas obras, cójasele por donde se le coja, nos transporta indefectiblemente a un Japón urbano y taciturno en el que sus personajes viven atrapados en un querer y no poder de sentimientos enturbiados. Amor, felicidad, resiliencia, todos propósitos que se persiguen en un bucle infinito de frustraciones y que habitan en la tenue frontera entre el sueño y la vigilia. Pues es allí, en los linderos difusos y desdibujados de la realidad, donde la prosa de este autor, eterno y cuestionado candidato al Nobel de Literatura, se hace fuerte, mientras de fondo escuchamos el caos sincrónico de una banda de jazz o los compases inconfundibles de una canción de los Beatles. Todos ellos, ya componentes inescindibles de sus exitosas novelas.

La fascinación por el camino

Cualquier transeúnte que levante la cabeza de su celular hacia los cielos en el número 27 de la Calle Velázquez de Madrid, se encontrará con un imponente portal de visos dorados que bien podría pasar por el lobby de algún hotel, salvo por la sólida placa de granito color ladrillo que, oculta a plena vista desde las alturas durante más de tres décadas, reza: “Ivo Andri?, Premio Nobel de Literatura del año 1961, habitó esta casa como vicecónsul de la delegación de Yugoslavia en los años 1928 y 1929”. Dicha inscripción no tendría nada de particular frente a las muchas otras que engalanan la capital conmemorando personas y sucesos aquí y allá, de no ser por un pequeño detalle que la hace tremendamente interesante: En 1929, y más aún en 1928, Ivo Andri? todavía no era Ivo Andri?.

Ficción literaria al cuadrado

No tenía ni idea de quién era Richard Castle hasta aquella mañana en que, paseando por la sección de novela policiaca de la Librería Lé, mi novia me señaló uno de sus múltiples libros en lo alto de una estantería. “¿Y ese quién es?”, pregunté. “El escritor, el de la serie”, respondió con la convicción que da lo evidente. Tomé un ejemplar cualquiera en mis manos y la sombra de una mujer empuñando un arma con el ocaso de un atardecer neoyorquino de fondo, mientras el escudo del departamento de policía de la ciudad se desvanecía en degradé, me permitió identificar los inequívocos vestigios del típico best-seller americano que habita de forma nativa en los aeropuertos de todo Estados Unidos. Sin saberlo, acababa de descubrir un pedacito de la prolífica obra de aquel famoso, aunque inexistente, escritor.

Realidades paralelas

Ha terminado un inesperadamente trémulo año y no paran de llegar las buenas noticias para el sector editorial de España. Primero, el gremio en pleno presenció la oportuna resurrección del libro de bolsillo, formato que cerró un magnífico 2021 con un incremento del 20 % en sus ventas y se consolidó como la alternativa preferida de bajo costo para la masificación de la lectura. Luego, y como si lo anterior no fuera ya suficiente motivo para creer en la recuperación de esta industria, pocos días después se anunciaría la guinda del pastel que dejaría muy alto el listón para 2022: con un astronómico aumento del 25 %, la venta de libros registraría los mejores números de la última década.

El nobel que casi fue

Cuando abrí la carta de la Corte del Distrito Sur de Ohio que encontré en mi buzón me sentí francamente perplejo. La famosa decisión que hace un par de semanas se anunció como la gran revolución del derecho animal por, supuestamente, haber concedido la calidad de “personas jurídicas” a los hipopótamos de Pablo Escobar, y que mi curiosidad académica obligó a cruzar el Atlántico desde un juzgado en Cincinnati hasta mi cocina, era una página con diez líneas a doble espacio. Diez líneas que, tras entregarme a su análisis, me hicieron llegar a una polémica conclusión: la interpretación legal de dicho documento que fue replicada por la prensa mundial es errada o, cuando menos, profundamente cuestionable.

Universo Shakesperiano

Nunca había hecho fila para entrar en una librería y de todas las veces en las que he perdido tiempo esperando de pie a las puertas de algún lugar, puedo decir que esta es tal vez una de las ocasiones en las que lo haya hecho más gustosamente. Aunque el aire frío que provenía del Sena se ensañaba con nuestras células, tras apenas encontrar resistencia en los escasos árboles de la Plaza René Viviani, estar allí a la intemperie en la Rue de la Bûcherie a pocos pasos de la entrada de Shakespeare & Co., posiblemente la librería independiente más célebre del planeta y por donde en vida deambularon las principales figuras de la “Generación Perdida” del 20, hacía que hasta la hipotermia valiera la pena.

Letras con olor a café

Desde hace un par de semanas las vitrinas de L’Ecume des Pages, al igual que las de todas las demás librerías de París, destellan purpurina buscando los ojos esquivos de los transeúntes por cuenta del lanzamiento de “Chevreuse”, la última novela de Patrick Modiano, ganador del Nobel de Literatura 2014, la cual llegó este mes a las estanterías francesas de la mano de la siempre sobria editorial Gallimard y rápidamente se ubicó en la cima de los escalafones de lo más vendido.

Rescatando a Hemingway

“Quiero escribir una columna sobre Hemingway…” -le dije el otro día a mi novia mientras alistábamos al perro para salir de paseo- “…pero primero quiero leer algo más de él”. Su figura, aunque épica, nunca me había generado especial interés y, por ello, mi único acercamiento hasta entonces había sido aquella tarde en que saliendo de mi universidad pasé por la librería de siempre y me enamoré a primera vista de la portada vintage de la edición de bolsillo de “Por Quién Doblan Las Campanas”: tres antiguos aviones de combate que bajaban en picado diagonal con la estética característica de la propaganda de la Segunda Guerra Mundial.

Todos nos equivocamos

La fila era kilométrica, avanzaba con parsimonia reptiliana y se enroscaba sobre sí misma a lo largo de los laterales enrejados del Parque de El Retiro. La expectación por el regreso de la Feria del Libro de Madrid tras dos años y medio era total y a Colombia se le concedió el honor de ser el primer país invitado de la nueva normalidad, una responsabilidad cuya magnitud, tristemente, no logramos entender y para la que no estuvimos a la altura. España solo nos pedía una cosa: mostrar lo mejor de nuestra literatura y ayudarles a organizar un evento que, aprovechando la significativa presencia de residentes colombianos, buscaba impulsar las deprimidas ventas de un sector tan golpeado por la pandemia como lo es la cultura. En lugar de ello, dimos un espectáculo que algunos medios ya etiquetan como “circo político” y “torpedeo”.