Yincana macondiana
Debí comprarla el día que la vi por primera vez. Lo sé, 15 años después todavía me atormenta el fantasma de la oportunidad perdida. Estaba en lo más alto de la estantería, camuflada entre las sombras del olvido, en el sótano de aquella librería junto a los juzgados. Precintada e incólume desde inicios del milenio, la obra periodística completa de García Márquez, en la elegantísima edición blanco con verde y estuche de lujo de Mondadori, me hacía ojitos desde lo alto de su torre pidiéndome trepar para rescatarla. Un amor imposible, pues nos separaba el insondable abismo de mi precaria economía de estudiante provinciano. Volví muchas veces solo para admirarla, hasta que un día ya no estaba allí y entendí que el hueco que su ausencia dejó en la pared sería la tumba donde enterraría mis ilusiones.