Cese al fuego y mucho más

Cicerón Flórez Moya

La reapertura de negociaciones entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN le apuesta a una paz total y así lo expresaron todos los que intervinieron en el acto de instalación del Comité representativo de los diferentes sectores del país. En sus discursos reafirmaron su voluntad de un cese al fuego. Es el silenciamiento de las armas y por consiguiente la renuncia a todo acto generador de violencia. Es un compromiso asumido mediante consenso y con el cual se asimila un sentimiento generalizado de los colombianos.
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Aunque hay élites proclives a la confrontación en busca de réditos políticos y al mismo tiempo económicos, el pueblo colombiano está del lado de la paz. No quiere seguir cargando el horror de la barbarie predominante durante tanto tiempo y de lo cual quedan secuelas de profundos efectos devastadores. Es altísimo el número de víctimas que deja la alargada y turbulenta corriente criminal.

Es un cataclismo que destruye posibilidades de solución a los acumulados problemas de todo orden.

Hay evidencias y también conciencia de ese cotidiano accionar de las pugnas letales, impuestas con sevicia por los pescadores en el río revuelto de la muerte.

Pero las negociaciones en curso no pueden quedarse en el cese al fuego. Esta etapa inicial tendrá que dar paso a las acciones de desmonte de los factores generadores del conflicto armado. Y allí está con todas las evidencias el régimen de propiedad de la tierra, un surtidor de desigualdad, mediante el cual se han empobrecido los campesinos, con despojo de sus predios, desplazamientos continuos y agresión a sangre y fuego.

Ese tejido feudal que caracteriza la tenencia de la tierra no ha dejado sino un saldo negativo al impedir que tenga una utilización productiva de alcance social, con beneficios para todos.

Darle a la tierra la función social que debe tener es inyectarle una nueva dinámica articulada a la salud, la educación, la vivienda, la protección ambiental y la seguridad.

La prioridad de la paz debe sostenerse con la integridad que corresponde. Es rescatar derechos que se han subestimado o han sido negados con una mezquindad que atenta contra la democracia y que les resta legitimidad a las instituciones de que tanto se habla para aparentar un orden basado en el derecho, cuando se está contribuyendo al subdesarrollo político.

La paz es la tolerancia con las ideas contrarias, es la coexistencia con las diferencias, la protección de las libertades, la abolición de los prejuicios, de las discriminaciones por raza, credo religioso, identidad sexual. La paz es la fraternidad, es el rechazo a la exclusión y es la protección de la vida a plenitud.

Hay que aprender a vivir en paz, sin odios, defendiendo la naturaleza y abogando por la igualdad de posibilidades para todos.

El linchamiento de líderes sociales, la trata de personas, la extorsión y en general la violencia aplicada a los contrarios deben pasar a ser manía o vicio del pasado. Colombia debe tener la oportunidad de disfrutar del respeto a la vida sin ninguna exclusión.

 

*Puntada*

El primer año de gobierno del presidente Gustavo Petro debe analizarse en contexto sin el ánimo de estigmatizar.

Cicerón Flórez Moya

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