Políticos en la mira

Columnista Invitado

Silvio Alonso, Nelson Enrique, Luis Eduardo, Karina, Yeison Camilo, Orley, Bernardo… ahora son una lista más, en la que ninguno dirá presente porque todos fueron asesinados. Seis hombres y una mujer con algo en común: eran candidatos en la actual contienda electoral en Colombia. El menor tenía 23 años y el mayor 48. Sus homicidios ocurrieron en un lapso de tan solo 44 días, entre el 3 de agosto y el 15 de septiembre. Aunque los unen estos números, que podrían simplemente engrosar las estadísticas de más de 50 años de violencia política en el país, hay cosas que tienen mayor profundidad y que les devuelve la humanidad que trataron de arrebatarles a punta de bala. Todos eran hijos, o hermanos, o esposos, o padres. Todos, irremediablemente todos, tienen a alguien que los llorará esta noche, que los extrañará y que no los podrá abrazar. Sus familias tendrán que, simplemente, aferrarse al recuerdo de una sonrisa, de un olor, de una caricia. Es el regreso a una época de la que habíamos dado temblorosos pero grandes pasos para alejarnos y dejarla en un pasado funesto. No eran guerrilleros, ni paramilitares, ni cualquier tipo de delincuente. Eran políticos que soñaban con un cambio para sus regiones, sin importar el partido al que pertenecieran. Hoy, tristemente, podemos afirmar sin temor a estar errados que en Colombia ser político es una profesión de alto riesgo. Cifras escandalosas lo confirman: según la Unidad Nacional de Protección actualmente hay al menos 1.500 candidatos protegidos y cursan más de 500 nuevas solicitudes para recibir esquemas de protección. Un clima de polarización que debería aterrarnos, pero que en medio de tanta noticia, una más fuerte que la otra, pasa desapercibido para una mayoría fría y distante. Ese país dividido, que desde las grandes ciudades ha visto la guerra a través de una pantalla de televisión, no entiende de estos dolores de patria. Mucha razón tiene nuestro escritor Ricardo Silva Romero cuando propuso crear un nuevo cargo, el de Psiquiatra General de la Nación.

Lo grave, es que no hemos entendido que cada vez que amenazan o asesinan a un candidato, matan un poco la democracia y a cada uno de nosotros, porque perdemos la oportunidad de elegir bien para lograr el cambio. Porque nos están silenciando de a uno en uno. Ya es hora de que entre todos rechacemos esta violencia selectiva que nos embiste, mientras alimenta nuestras miserias. Quizás, en caso de que lleguemos a tener el Psiquiatra General de la Nación, su diagnóstico nos pueda ayudar a recuperar la capacidad de asombrarnos para que entendamos, de una vez por todas, que no tenemos por qué seguirnos matando de forma indiscriminada y mucho menos por el simple hecho de pensar diferente. Las mafias, que indudablemente están enquistadas en puntos vitales de los poderes regionales y nacional, son las únicas ganadoras en este maremágnum de locura sangrienta que nos atrapa con su vaho demoníaco. Y hoy, creo no equivocarme, parecemos anestesiados ante tanto dolor.

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