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Gracias a la iniciativa del Senador alemán Tom Koenigs presenté mi trabajo final sobre el Proceso de Paz colombiano ante el parlamento o Bundestag; por todo esto tengo recuerdos muy gratos de dicho país y no desaprovecho la oportunidad cuando nos visitan sus ciudadanos para mostrarles mi Departamento.
Por estos días se conmemoró la derrota del régimen nazi en Alemania. Entre las condiciones impuestas por los vencedores o “Aliados” (EE.UU., la entonces Unión Soviética, etc.), además de la ignominiosa división y repartición del país entre las dos superpotencias, figuraba que Alemania tenía que iniciar un proceso de desnazificación, y aplicar el modelo de justicia punitiva ordenado por los vencedores (Tribunales de Nüremberg, por ejemplo) , diferente de los modelos de Justicia Transicional “negociada” de otras latitudes en el que no se reconocen vencedores con tal de lograr paz y reconciliación.
Pero lejos de haber conseguido los castigos pretendidos contra los autores de tanta vergüenza para el género humano, las estadísticas nos muestran que prevaleció la impunidad, más no por ello se disolvió el país. En efecto, los máximos responsables no fueron procesados porque se suicidaron antes de la derrota (además de Hitler, su Jefe de Policía, o su Jefe de Propaganda, por ejemplo) o huyeron a otros continentes; pocos de los máximos responsables de los crímenes contra la humanidad resultaron procesados y no todos condenados: 12 condenas a muerte, 3 cadenas perpetuas, 4 condenas a otras penas de cárcel y 3 absoluciones. Como si esta inoperancia de los tribunales impuestos por los Aliados fuera poca (por espacio no se pueda explicar las causas de ello), en 1949 se publicó la llamada Ley de Concesión de Impunidad (Gesetz über Gewährung von Straffreiheit) para dejar sin castigo los delitos cometidos por motivación política después de 1945 y en 1954 la Ley que concedió amnistías a los mismos criminales. Y los Aliados, ahí, calladitos.
Hacia los años 50 terminó aquel proceso llamado de desnazificación, iniciando así, como lo reconoció el ex presidente alemán Gauck, “un proceso de reintegración de los ex miembros del partido nazi de forma consciente en la vida pública. Aunque en el ámbito político no sobrevivió ninguno de los grandes nazis, el nivel intermedio al completo volvió a trabajar en el nuevo Estado. Miembros del partido NSDAP llegaron a ser incluso Ministros y Secretarios de Estado, se concedían generosas sentencias absolutorias y los criminales de guerra eran puestos en libertad rápidamente…”. No valieron entonces las solicitudes de castigo de las generaciones post nazi que “se avergonzaban de los delitos atroces de sus padres y sus abuelos, a pesar de no ser responsables ellos mismos…” (H. Knabe); padres y abuelos que fueron parte de las masas, sin cuyo apoyo el Jefe o Führer no se hubiera endiosado para hacer creer a los alemanes que representaban una raza superior.
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