Teoría y práctica: Dos caminos diferentes

Columnista Invitado

La vida da sorpresas. Hoy he sido confrontado por quienes fueron mis alumnos en la universidad con relación a la aplicación de la teoría organizacional en la vida de las empresas. Así que empezaré por decir, que siempre he sostenido que las organizaciones, ante todo, son talento humano con disposición de trabajar; por ello debe seleccionarse técnicamente, inducirlo, capacitarlo, entrenarlo, evaluarlo y motivarlo con el objetivo de afinar su identidad, su sentido de pertenencia y lealtad con la organización, para lograr así su máximo rendimiento.
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Con un cuestionamiento fuerte pero respetuoso, ellos afirman que la teoría es solo eso, teoría; y que solo sirve para configurar contenidos que se convierten en módulos o asignaturas que integran un plan de estudios que una universidad oferta a través de su portafolio de servicios. Cuando los escucho un poco más, debo reconocer que quedo sin palabras. Veamos. 

Muchos de ellos son contratistas de entidades del Estado y cada año viven su calvario, puntualmente en enero y febrero dado que no saben si serán llamados por las entidades donde vienen prestando sus servicios profesionales para firmar un nuevo contrato. Consideran que esta práctica atenta contra la dignidad del ser humano, dado que muchos de ellos llevan cinco, diez, quince y hasta veinte años; además han entregado lo mejor de sí a la entidad, contribuyendo con ello a que la misma logre los objetivos planteados desde el nivel central. 

Son conscientes que el contrato de prestación de servicios en el sector público se firma por un periodo de tiempo determinado y que al término del mismo cesa la relación contractual; como tal, la entidad queda en la libertad de decidir si vuelve a llamar o no al contratista. Ante ello, esgrimen nuevos interrogantes: ¿cómo pretende una organización desarrollar sentido de pertenencia?, o mejor, ¿cómo pretende una organización generar lo que hoy se denomina fidelización del personal, si el contratista de antemano sabe que hoy está y quizás mañana no? Les incomoda que la vinculación a la entidad no dependa de una evaluación técnica, sino de factores exógenos, nada técnicos, pero si politiqueros.

Plantean igualmente, ¿de qué sirve el buen desempeño del contratista el cual es validado cada mes por el supervisor del contrato cuando emite concepto favorable del cumplimiento de las obligaciones contractuales por parte de éste, requisito indispensable, para que le sean cancelados sus honorarios? Lo anterior, me lleva a preguntarme, ¿por qué en las entidades del Estado no se lidera el talento humano tal como lo proclama la teoría de la “Gerencia” del mismo? ¿Por qué tiene mayor peso las recomendaciones políticas que el desempeño de un contratista?

A esto, le sumo los siguientes cuestionamientos: ¿Dónde queda la experiencia o bagaje adquirido por el contratista durante su vinculación a la entidad? ¿Dónde queda el entrenamiento o capacitación que la entidad le dio y que le implicó realizar una inversión? ¿Quién calcula el costo en que incurre la organización al tener que inducir, entrenar y poner a punto a un nuevo contratista, así el argumento sea que ‘el nuevo’ cumple con el perfil del cargo? ¿Será que el anterior accionar no es detrimento patrimonial? ¿Dónde queda la línea de productividad de un proceso cuando cada año ingresa diferente personal?

A la luz del criterio técnico considero que las organizaciones, así sean públicas o privadas, no pueden ser escenarios para el amiguismo, recomendaciones o padrinazgos políticos que solo buscan asegurar apoyos o respaldo futuro para quien así actúa; es decir, como decía mi abuela, tener los votos amarrados. Pregunto: ¿Será que así se genera empleo o se rota el empleo?

FÉLIX RAMÓN TRIANA

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