Economía y país van mal

Columnista Invitado

Nuestra economía se ha caracterizado históricamente por no traer grandes sorpresas. En cien años solo en tres ha habido cifras negativas de crecimiento: las crisis del 29, 99 y 20.
PUBLICIDAD

 

Se han registrado trimestres negativos, pero al final se compensan con otros mejores. La perspectiva económica ha sido de estabilidad y predecibilidad. Hasta ahora.

La saliente misión del FMI concluyó que somos menos inestables económicamente, lo cual no puede interpretarse como una buena noticia. Lo que quieren decir los expertos es que seguimos inestables, especialmente por la situación fiscal ejecutada desde 2019 y por la que viene. Esta afirmación supone una contradicción en los términos para el gobierno, pues significa una realidad de menores ingresos públicos y la necesidad de recortar los gastos en medio de una política que significa gastar más, a manos llenas, discrecionalmente, con más endeudamiento relativamente cada vez más caro y escaso, y sin ningún 'auror' en el gabinete que le diga al emperador que está desnudo, que no hay plata y que se necesitan el petróleo, el gas y el carbón.

La reacción será una nueva reforma tributaria, para subir impuestos a un sector privado que se contrajo el año pasado y que no tiene interlocutoría ni confianza en el gobierno. Y a los amenazados miembros de la clase media, a quienes su cuota impositiva ya se incrementó para este año fiscal en 25%.

Según el FMI, no va bien una economía que ya lleva dos ministros de hacienda en 18 meses, el último recién llegado al cargo. O Bonilla aprieta o la segunda recesión de Ocampo es inexorable.

¿Hasta cuándo resiste la tasa de cambio? Un crecimiento en 2023 de 0.6% no puede dejar tranquilo a nadie, máxime cuando la industria, el comercio y la construcción caen entre 2.8 y 4.2 %. No hay que olvidar que esta última encadena 32 sectores económicos también golpeados por falta de la locomotora del gasto público sectorial y de confianza de los compradores y constructores.

La inversión, formación bruta de capital fijo, es esa locomotora no solo en construcción sino en todos los capítulos productivos, y se desplomó 25%. A duras penas llega al 15% del PIB. Es una situación crítica desde agosto del 22 que nos llevará a una recesión, tal vez la más grave, pero que no parece despertar preocupación en el gobierno: no se ve al Minhacienda tomando medidas de reanimación: solo le exige al Banco de la República, dos veces al día, bajar sus tasas más rápido, sabiendo que esa decisión no está en el ejecutivo y que, si bien es necesaria, no es suficiente para modificar el horizonte agorero. Desde el DNP se oye un silencio sepulcral, que se pronto verá interrumpido por la avalancha de discursos inanes de su nuevo y lego director.

¡Hay que recuperar la confianza! La de los compradores, quitándoles la incertidumbre sobre si, con las reformas atascadas, sus necesidades de salud van a ser atendidas; si podrán jubilarse algún día; si podrán pagar los servicios públicos; y si el deterioro del crédito y el que se avecina del empleo, afectarán su núcleo familiar. La de los vendedores, haciéndoles confiable y barata su operación de cartera y la financiación de sus inventarios. La de los inversionistas nacionales y foráneos, personales e institucionales, convenciéndolos con actos concretos que el sector privado no es enemigo del estado sino importante aliado y que se respetan contratos, concesiones y reglas laborales y tributarias, para animar unas decisiones de inversión que permitan volver a crecer. De la inversión pública también se desconfía, por la escasez fiscal y la discrecionalidad presidencial en la ejecución del presupuesto para presionar a los flamantes funcionarios elegidos.

Al erosionar el presidente la institucionalidad de empresarios, justicia, economía, regiones y congreso, solo ganan la inseguridad jurídica y la ciudadana, ambas altamente deterioradas.

 

Petro no teme que el establecimiento lo detenga. Una mala economía lo hará.

 

LUIS CARLOS VILLEGAS

Comentarios