Gasolina sobre el fuego

Cicerón Flórez Moya

A pesar de ser polos opuestos, el Centro Democrático y el Ejército de Liberación Nacional (Eln) tienen en común el extremismo beligerante. Respiran violencia en sus acciones y en el lenguaje que utilizan.

Mientras los comandos guerrilleros atacan con explosivos para hacer demostración de su capacidad perturbadora, al mismo tiempo que voceros suyos se sientan en una mesa de negociación con el Gobierno, los activistas del uribismo no ahorran mentiras y expresiones agresivas contra todo lo que no lleve el sello de su causa. Es una actitud provocadora.

La intención es la de atizar el odio, descalificar e infundir pánico entre los incautos. Algo parecido a regar gasolina sobre el incendio. Se igualan en eso. Además, el uribismo se siente complacido con los atentados del Eln, porque es caldo de cultivo para sus pretensiones de poder.

Tener como oferta política “hacer trizas” el acuerdo de paz con las Farc es igual a propiciar el regreso a una violencia a la cual se le puso punto final. Es hacerle resistencia a los cambios que deben promoverse a fin de fortalecer la democracia y garantizar la no repetición de las atrocidades consumadas en más de cincuenta años de conflicto armado.

Cuando el Eln o los otros grupos armados se mueven en función de sus objetivos criminales le están poniendo a la nación el peso de su beligerancia para matar, secuestrar, despojar, desplazar, extorsionar o desaparecer y así aumentar sus víctimas. Es una estrategia perversa con intención de patentizar la barbarie, bajo el engaño de una lucha popular.

Es también siniestro lo que dicen los predicadores uribismo. El exprocurador Alejandro Ordóñez dispara dogmas y agresiones. El exministro Fernando Lodoño no ahorra salvas de insultos contra quienes no piensan como él. El abogado Abelardo de la Espriella recomienda la violencia para enfrentar a los contrarios y hasta ofrece sus servicios profesionales para defender a quienes se vean implicados en acciones de esa naturaleza.

La congresista María Fernanda Cabal es otra de las cruzadas con ánimo inquisidor. Y de ese corte son los otros combatientes del grupo decidido a impedir que en Colombia tenga fortaleza la democracia y se puedan erradicar males tan devastadores como las violencias, la corrupción, la desigualdad, la pobreza, el abuso de poder y los privilegios de castas que se han apoderado de las palancas de mando. Eso es combustible regado sobre el incendio.

Colombia no se merece ese destino de polarización. Es un surtidor de males, de cuyos efectos los más perjudicados son los pobres, es decir, la mayor parte de la población nacional. Caer en esa calentura de intransigencia extrema es condenar al país a seguir padeciendo los horrores de la confrontación, con todas las consecuencias abismales que resultan de esa tormenta de fuego y desamparo.

Y mientras el incendio arrasa, los que lo alimentan se regocijan de su hazaña y se sienten privilegiados.

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