Esperanzas de campaña

Rodrigo López Oviedo

Si a algo deberían comprometerse los candidatos del actual proceso electoral es a propiciar avances sociales orientados a garantizar la mayor participación ciudadana en la definición de su propio destino. Esto, que en términos políticos es una característica básica de la democracia, ya no existe en Colombia, como puede evidenciarse a través de eventos como el de Piedras, donde el 95 por ciento de los pobladores dijeron no querer que se les vinculara al proyecto minero de La Colosa, y lo que resultó fue la apertura de pliegos para los que impulsaron la consulta.

Igual evidencia encontramos en la burla de que han sido objeto las decenas de miles de tolimenses que anualmente desfilan en las ya nacionalmente conocidas Marchas Carnaval, a través de las cuales anuncian en todos los tonos que no están de acuerdo con proyectos de minería a cielo abierto, como los que está ejecutando AngloGold Ashanti, no solo en La Colosa, sino en muchos otros lugares del departamento, para lo cual ya cuenta con las respectivas concesiones. A estas exigencias ciudadanas tampoco se les ha dado una respuesta positiva, como debería suceder si efectivamente viviéramos en una auténtica democracia.

La democracia debe ser una característica infaltable en todo proceso político, entendiendo por tal no solo el ritual electoral, sino también todas y cada una de las decisiones gubernamentales que comprometan el interés público.

En tal sentido, a la ciudadanía debe permitírsele participar, por ejemplo, en la definición de planes de desarrollo y presupuestos, pero de forma real, y no de mentirillas, como ocurre actualmente con esa burla denominada “presupuestos participativos”, a través de los cuales no se ponen a consideración de las comunidades más que migajas, con las cuales no se puede abordar la solución de ningún problema realmente importante.

Por fortuna, en Ibagué contamos con un candidato a la Alcaldía que parece tener claro este problema. En esta campaña lo hemos visto cargado de buena voluntad y dejándose llevar de un espíritu democrático que le aconseja beber en las comunidades el conocimiento de lo que más las inquieta, para después asumir ante ellas el compromiso de solución. Estamos hablando del doctor Guillermo Alfonso Jaramillo: un demócrata amigo de la paz, defensor de lo público, opuesto a los depredadores del ambiente, enemigo de los corruptos, y de quien esperamos que, si llega a la Alcaldía, se convierta en un auténtico promotor de la participación ciudadana.

Qué bueno fuera que esperanzas parecidas ofreciera su hermano Mauricio, candidato a la Gobernación, pues es la única carta disponible para cerrarle el paso al uribismo encarnado en el Tolima en el conocido de autos, señor Óscar Barreto.

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