La justicia restaurativa que vendrá de La Habana Tiempos de miseria

Rodrigo López Oviedo

Aun contando apenas con las exiguas declaraciones del presidente Santos y del comandante fariano Timoleón Jiménez sobre los acuerdos de Justicia Restaurativa a que se llegó en La Habana, el país está viviendo un torbellino de sentimientos encontrados, que van desde la amargura de los que desean el fracaso del proceso de paz, hasta el alborozo de quienes creen que este ya se ha vuelto irreversible.

Los que estamos en la orilla de los complacidos nos respaldamos en varias consideraciones para justificar nuestro optimismo: Primero, en las condiciones que reúnen y el respeto que merecen muchos de los que estuvieron trabajando en la redacción del acuerdo anunciado, en la trascendencia que tiene el que el acuerdo haya sido presentado directamente por las cabezas de las partes negociadoras, Santos y Jiménez, acompañados por el presidente cubano Raúl Castro como testigo del acto y garante del proceso, y de las delegaciones de alto nivel de Holanda, Chile y Venezuela.

Y tercero, por el respaldo anunciado por personalidades y organizaciones internacionales de tan alto reconocimiento como la Secretaría General de la ONU, la fiscal de la Corte Penal Internacional y Amnistía Internacional, entre otros.

Pero con todo lo importante que es lo anterior, nada nos hace ciegos ante los riesgos que permanecen en juego. Al presidente Santos, por ejemplo, la seducción que le produce una Colombia en paz no va siquiera un poquito más allá de garantizarle a su círculo más íntimo de inversionistas un ambiente tranquilo en el que la siembra de sus capitales solo les produzca abundante plusvalía por cosecha.

Y sabemos también del carácter avieso de la extrema derecha, que no ha reparado en consecuencias al llamar a la sublevación, si el proceso de La Habana sale airoso.

A propósito de lo anterior, debe aclararse si de esa estrategia sublevacionista hacen parte algunas bandas neonazis que andan reclutando muchachos para impregnarlos de su ideología y entrenarlos en acciones que incluyen atentados contra la integridad de quienes piensen distinto; y si en su creación ha tenido algo que ver el combo de amigos del expresidente senador.

En este caso, él debería más bien meditar en lo que le dirá a la justicia restaurativa que vendrá tras los acuerdos, a fin de evitar que sus culpas queden por fuera del manto protector de ella.

De todas formas, esos pataleos nos obligan a ser más eficaces en el trabajo del Frente Amplio por la Paz, pues de ello depende, en buena medida, que este proceso no se nos queme en la puerta del horno o que no produzca los efectos que el país requiere.

Estoy esperando que pasen estos tiempos de miseria, quiero decir de elecciones, para que algunos de mis amigos se liberen de compromisos y vuelvan al afecto por el hombre, al amor por la literatura, al comentario del buen libro leído, al sosiego de la buena conversación, al comentario inteligente o a la envalentonada necesaria pero justa.

Para que seamos humanos. Para que dejemos esas máscaras que no nos quedan bien, así sepamos que algunos las usan sólo por la supervivencia, que no cambian para nada nuestros más íntimos deseos y conocimientos.

Que pasen, y ojalá sea rápido, estos tiempos de la ofensa, del insulto y del saludo hipócrita por una x en un tarjetón que irá a parar a la basura. Como irán a parar también tantas expectativas por una mejor vida en esta tierra.

Al fin de cuentas ya sabemos que aquellos que tomarán las riendas del carro de la historia son los mismos que ya tomaron las riendas de la historia durante añosy la denigraron, la barrieron torpemente con sus acciones de delincuentes con corbata, camioneta de lujo y mansión en barrios exclusivos.

Ya sabemos, al fin de cuentas, que son los mismos que se enriquecieron detrás de sus sonrisas suficientes y ahora eructan bienestar, canas y estómago prominente para seguir de nuevo pelechando sin dignidad el camino de la gloria.

Que pasen estos tiempos en que hemos visto morir el juego de las ideas para dar paso a los negocios lucrativos por el poder, la transacción de los avales políticos, las alianzas de los avivatos, los contratos de los farsantesy esos manojos de billetes que no se sabe de dónde provienen pero los iluminan.

Que pase el espectáculo de los falsos bienhechores, de los limosneros que no dan nada y los pordioseros que no reciben sino mendrugos.

Que pasen estos días. Todos estosdías pasen lo más pronto posible. Que pase todo lo que nos hiere y hace miserables,que pase como el viento que nos hace sentir como seres que vivimos un mundo extraño de importancias pasajeras y pactos efímeros.

Que pasen estos días de feria y cupos como pago, bultos de cemento para edificar proyectos inexistentes o inconclusos, tamales que no mitigan el hambre ni eliminan la ignorancia; que pasencomo ha de pasar la sequía que, como un castigo bíblico, agrega una sed más a estos tiempos de miseria.

Que vuelva el momento delaplacidez, de la conversación sensata, de los proyectos que algún día servirán para dignificar al hombre en el imperio del arte y la cultura.

Que pasen estas jornadas deprimentes para no volver a estrechar una mano deshonesta sino recibir a cambio, en toda su plenitud, la sonrisa del amigo.

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