Ibagué y el Tolima electorales

Rodrigo López Oviedo

A las urnas colombianas casi nunca llega el 50 por ciento de las personas aptas para votar. Sin embargo, para algunas instancias de poder, las elecciones del pasado domingo tendieron a ser la excepción, como fue el caso de las asambleas, para cuya conformación participó el 58.92 por ciento; de las alcaldías, que contó con una participación del 59.32, y de las gobernaciones, que sorprendieron con un inesperado 68.55 por ciento.

Pero no fue igual el caso de la elección de concejos, que escasamente contaron con el 50.69 por ciento, y de las juntas administradoras locales, que tan solo alcanzaron el 54.45 por ciento.

En suma, los electores estuvieron más activos en estas últimas elecciones; y si ello reflejara una mayor consciencia ciudadana, seguramente estaríamos rebosantes de satisfacción. Lamentablemente no fue así. El que haya habido mayor participación para elegir alcaldes y gobernadores, es decir, a los próximos ordenadores del gasto, puede significar simplemente que la ciudadanía continúa cayendo en la trampa de los halagos corruptores del gran capital y las mafias electoreras.

En el Tolima también ocurrieron las mismas presiones y también aquí se presentó un notorio incremento de la participación electoral. Sin embargo, el que ese incremento se haya dado en todas las instancias nos genera la ligera esperanza de que nos estemos haciendo menos permisivos ante el delito electoral. Nuestro respaldó favoreció en un 60.7 por ciento a los candidatos a alcaldías; en el 60.77 a concejos, en el 60.47 a la Gobernación, y en el 59.8 a la Asamblea. Como puede verse, la diferencia entre los extremos fue inferior al uno por ciento.

Con respecto a Ibagué, podemos decir lo mismo. Sorprende que la participación más alta, 57.6 por ciento, haya sido para las juntas administradoras locales, por encima de la Alcaldía, que obtuvo el 57.12 por ciento, y del Concejo, que contó con el 56.98. En las dos últimas instancias estuvieron la Gobernación, 56.96, y la Asamblea, con 56.36 por ciento. Es, de todas formas, una buena participación, con una diferencia entre los extremos de un 1.24 por ciento.

Con respecto a los elegidos, la esperanza y la desesperanza cobran primacías desiguales en todo el país, al menos en relación con lo que necesitamos para adelantar con éxito las tareas que quedarán para los tiempos del posconflicto armado. Por todas partes fueron elegidas fuerzas combinadas de la derecha que harán todo lo posible para impedir cualquier avance hacia la paz. En nuestro departamento, por ejemplo, no hay mucho que esperar del nuevo Gobernador. Para construir la paz necesitaremos, entonces, de la ciudadanía en la calle, si no queremos ver que esta esperanza también se nos disuelva.

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