Aumento irrisorio

Rodrigo López Oviedo

Sin nada nuevo bajo el sol transcurrieron las conversaciones sobre salario mínimo y subsidio de transporte entre Gobierno, empresarios y trabajadores; también carentes de novedad resultaron los precarios incrementos: Con respecto al de 2015, el salario mínimo del 2016 subió el siete por ciento, mientras el subsidio de transporte lo hizo en solo un cinco por ciento.

La anterior es una tragedia de cada año, que se presenta por diversos motivos. Los más importantes son tal vez, primero, el de tener en la mesa a un Gobierno que representa los intereses del gran capital; segundo, el que haya allí una representación gremial interesada exclusiva y equivocadamente en garantizarse unos menores costos de producción, que les permita elevar su tasa de ganancia, así se empobrezca más, de manera generalizada, la masa laboral; y, tercero, el contar con un movimiento sindical cuantitativamente reducido, sin criterio de clase, burocratizado e incapaz de reconocer en los trabajadores a una gran fuerza, capaz de dar respuesta a los problemas del país, si se la llama de manera unitaria y sincera a cumplir tal papel, como lo hiciera en la década del 70.

En síntesis, Gobierno y empresarios tiran para el mismo lado, mientras los trabajadores no pueden hacerlo para ninguno. Por eso no resulta extraño que cada vez que comienzan los rituales de estas discusiones, muchos digan que lo que se hará allí será simplemente darle apariencia democrática a un incremento que ya ha sido concertado previamente contra los trabajadores.

Lo anterior no quiere decir que no se deba participar de la farsa de esas discusiones. Por el contrario, no hacerlo significaría entregarles una carta en blanco a los vencedores de siempre para que produzcan incrementos incluso por debajo del mentiroso índice de precios al consumidor, como ocurre casi siempre con el subsidio de transporte. Lo que debe hacerse es cambiar la forma de participación: que esta no consista simplemente en asistir muy cumpliditos y puntuales a las reuniones, muchas veces con criterios diferentes según la Central a la que se represente, sino haciéndose acompañar por los trabajadores en las calles. De esta manera, los empresarios serán los más interesados en un pronto acuerdo, y los trabajadores en que, además, sea el adecuado.

2016 tiene que venir con cambios de actitud popular muy profundos. Así lo demandan compromisos de tan hondo calado como la terminación feliz de los acuerdos de La Habana y su ratificación, y la construcción de un gran frente que aproveche la coyuntura política derivada de tales acuerdos y presione su concreción. Estos cambios nos permitirían llegar en mejores condiciones a la próxima discusión del salario mínimo, e incluso anticiparla.

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