Cosas de siempre

Rodrigo López Oviedo

Según nos lo contó Anatole France, la ley en París, “en su majestuosa igualdad”, prohibía a ricos y pobres que durmieran bajo los puentes, mendigaran en las calles y robaran pan. Es claro que por ser una norma de carácter general, a nadie excluía, debía ser acatada por todos; al fin y al cabo “todos nacemos iguales ante la ley”. Sin embargo, ¿habría en la Francia de entonces algún burgués que tuviera que dormir bajo los puentes, robar o mendigar?

Con tales advertencias literarias, el Nobel solo quería insinuar lo que ya la burguesía estaba en condiciones de hacer. Lo peor es que podía hacerlo con el respaldo de los medios de comunicación social, los cuales ya inoculaban en la población su pérfido veneno sobre lo inevitables que eran ciertas normas, lo convenientes para la sociedad y lo perentorio que era cumplirlas. Es la misma tarea que hoy ejecutan, pero agravada por un pragmatismo tal que les permite acomodarse al signo de los tiempos.

Cuando se produjo el nacimiento de las Farc, por ejemplo, estas y sus objetivos eran calificados con los peores epítetos, pues querían establecer una dictadura bajo el mando criminal de ‘Tirofijo’. Hoy continúa igual el repudio contra las Farc, pero no por sus propósitos originales, sino por haberlos olvidado, al igual que a su fundador. Los métodos cambian, pero no la meta que se quiere alcanzar.

De Venezuela puede decirse igual. Los antichavistas de ayer se han transformado en chavistas capaces de dar la vida por las ideas del PSUV, siempre que de sus filas salga Nicolás Maduro. Según estos “conversos”, la única solución es derrocar al Presidente y reconstituir el poder, no importa que ello implique llegar a acuerdos con la oposición. Desde luego que ellos son los más interesados en un nuevo poder, y harán lo imposible por lograrlo, así tengan que disimular sus reales posiciones para volver después a ellas.

Cosas como estas ocurren porque no se han establecido normas que conjuguen el derecho a informar libremente con el deber de hacerlo oportuna, objetiva, completa y verasmente, de tal forma que la ciudadanía quede habilitada para que pueda sacar sus propias conclusiones.

Establecer tales normas es parte de las grandes transformaciones que reclama la patria, y solo se podrán conseguir en la medida en que la sociedad se haga consciente de su importancia. Es aquí donde debe manifestarse el compromiso de las fuerzas sociales y políticas de vanguardia, pues son estas las que mayor responsabilidad tienen ante el pueblo, pues en gran medida dependen de este. Por fortuna, tales organizaciones vienen acumulando fuerza y experiencia para cumplir su papel.

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