Un país con esperanzas

Rodrigo López Oviedo

Se ha vuelto frecuente que amigos de la paz auguren que esta no nos vendrá de Cuba. Tal vez creen que allá solo se negocia la dejación de armas, el fin de la persecución militar y jurídica y una que otra prebenda para los insurrectos.

Ese es un presagio erróneo que podría pasar inadvertido si viniera de quienes desean que el proceso fracase; pero que también lo crean y prediquen quienes quieren la paz y se esfuerzan por lograrla, eso sí como que no tiene justificación.

Lo cierto es que, si hay acuerdos en La Habana, habrá paz entre dos ejércitos que se vienen matando desde cuando las oligarquías la emprendieron contra Jorge Eliécer Gaitán y sus seguidores, llegando al punto asesinar al caudillo y obligar a buena parte del pueblo, especialmente campesino, a declararse en rebeldía y conformar las primeras autodefensas, las mismas que desembocaron en la fundación de las Farc.

Pero no será una paz con intereses confinados en el estrecho círculo de los combatientes. Será una paz que beneficiará también a los ciudadanos del común, ya que podrán hacer valer los muchos puntos que habrán de firmarse al terminar las conversaciones, entre los cuales recordamos que hay soluciones a problemas de tenencia de la tierra, comercialización de cosechas, infraestructura rural, educación, salud, soberanía alimentaria, cultivos de uso ilícito, entre muchos otros, que de resolverse cambiarán radicalmente las condiciones de vida en el campo.

Y también solución a problemas como el de los grandes capitales -incluso mafiosos- en la política, la representación desequilibrada de las regiones en los organismos legislativos, la financiación de las campañas, los derechos de la oposición, entre muchos aspectos más, sin olvidar a las víctimas del conflicto armado y su derecho a la verdad y la reparación, como tampoco las garantías de no repetición.

Estos son solo algunos ejemplos relativos a lo que se ha venido ganando en La Habana. Claro que no será suficiente con la firma de los acuerdos. Se requiere que sean refrendados, ojalá mediante una constituyente que se encargue de encontrarle solución a muchos otros problemas, como el del modelo neoliberal, y que sean defendidos por un pueblo capaz de notificarle al establecimiento que Colombia no seguirá siendo la que hasta hoy ha sido.

A propósito: Dice Santos que, por razones jurídicas, el referendo no sirve para ratificar los acuerdos. Pues resulta que el plebiscito tampoco servía, y lo puso a servir mediante un acto legislativo. ¡Pues que también busque la manera de hacer que la constituyente sirva al mismo objetivo!

Con los acuerdos de La Habana y la movilización social, nuestro país recuperará la esperanza.

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