Marchó el uribismo...

Rodrigo López Oviedo

No le fue tan bien al uribismo como lo dicen los grandes medios. En Ibagué desfilaron, supuestamente, tres mil 500 personas, pero es muy probable que las hayan contado con tablas de multiplicar porque los testigos mudos no vieron tantas.

Lo cierto es que, cualquiera que haya sido el número, las consignas no encajaron en la realidad actual, necesitada de ponerle fin al río de sangre que ha recorrido nuestra geografía, así como nuestra historia.

Ha llegado el momento en que el uribismo reconozca que su rechazo a la paz no es más que el deseo de continuar sacándole provecho a la violencia, sin el riesgo de que alguien pueda sacarles a relucir su responsabilidad en tantos hechos criminales como los que vienen denunciando quienes hoy están siendo juzgados.

Llegó el momento en que el uribismo se dé al dolor de reconocer que nadie puede entregarle el país a las Farc, como dicen que está ocurriendo en La Habana, pues ya no queda más país para entregarle a nadie.

¿O será que puede entregarse más un país cuyas riquezas están en manos de las transnacionales, cuya política la diseña la Embajada norteamericana, cuya vida financiera la define la banca mundial y el orden público los paramilitares en asocio con el generalato? ¿Será que cabe más entrega?

Ha llegado el momento en que el uribismo reconozca que algunas de sus críticas a la política social de Santos tuvieron origen en Álvaro Uribe, como ocurre con la crisis hospitalaria, cuya existencia se volvió política de Estado al aprobarse la Ley 100.

¿Qué Santos tiene culpa en el desbarajuste del país? ¡Por supuesto! Y la tiene aún más luego de cinco años de desaciertos, ante los cuales los únicos que han resultado sordos y ciegos son los amanuenses del Dane.

Ha llegado el momento en que el uribismo se convenza de que el proceso de La Habana está dando pasos lentos pero seguros hacia una paz de cuyo amanecer parecen estarse viendo ya las primeras luces.

Una paz que le dirá basta a una seguidilla de muertes que ya sobrepasa los 300 mil; que resolverá la ignominia sufrida por siete millones de desplazados; que permitirá la supervivencia de la izquierda sin la criminal persecución lanzada contra ella so pretexto de acabar con el terrorismo; una paz que, en definitiva, le permitirá a todo un país victimizado poder tender los puentes que lo lleven a disfrutar de toda la felicidad que se merece.

Ha llegado el momento en que el uribismo se reconcilie con la patria, y contribuya a llevar a buen término este siglo de violencia que tanto nos avergüenza.

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