Asuntos de historia

Rodrigo López Oviedo

Los sucesos del 20 de Julio de 1810 han sido motivo de la más inmerecida exaltación, pues si bien dieron pie a la primera movilización triunfante en la Nueva Granada, también en ellos se protocolizó la primera traición de nuestra historia.

Con machaconas referencias al Florero de Llorente, a la tribunicia intervención de José Acevedo y Gómez y a una Junta de Gobierno que le ponía fin al gobierno de Amar y Borbón, la historiografía oficial ha dado su versión de lo ocurrido. Otras referencias, tanto o más significativas que las anteriores, como las manifestaciones idolátricas de la tal Junta a Fernando VII, a quien le pedían venir a gobernar personalmente, o como la valiente oposición de José María Carbonell a tan postrada posición, son opacadas por quienes no quieren mostrar la desvergüenza de su casta ni la dignidad de los patriotas.

José María Carbonell participó en los acontecimientos del 20 de julio y su nombre figura en el acta respectiva, pero no su firma. Al contrario, su posición fue de rechazo al texto y de adherencia a lo que reclamaban artesanos, indígenas, mestizos y libertos, además de algunas personalidades criollas, quienes demandaban hacer de los acontecimientos en curso un verdadero rompimiento con la Corona, por ese entonces depuesta por las fuerzas bonapartistas, para instaurar a cambio un nuevo poder.

Ese “nuevo poder” logró establecerse el 21 de julio, y sostenerse por 25 días, luego de los cuales sucumbió ante las carencias de conciencia política y de organización. Pero fueron 25 días que le dieron a ese 21 de julio una importancia realmente cardinal en la historia de nuestro pueblo. A juicio de quien esto escribe, los hechos libertarios ocurridos en tal fecha rebasan en gran medida la importancia de lo ocurrido el 20. Debería pensarse en realizar los 21 de julio la celebración popular de “Nuestra Primera Independencia”, y dejar que las oligarquías hagan su celebración cuando a bien tengan.

Otra deformación que han sufrido estos acontecimientos es la de robarle la significación civilista que tuvo para asignarles a las Fuerzas Armadas el protagonismo en su conmemoración. Las tropas de entonces jamás jugaron ningún papel a favor de los criollos. Al contrario, dependían íntegramente de España y recibían órdenes del coronel Juan Sámano. Y si en el Acta figuran el capitán Antonio Baraya y el coronel José María Moledo, ello obedeció a la necesidad de resguardar a Amar y Borbón, a quien se le había llamado a la Junta. Otra cosa es que Baraya poseía criterios independentistas que lo llevaron a hacer parte del ejército libertador, aunque se puso del bando contrario al de Antonio Nariño.

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