La paz en el partidor

Rodrigo López Oviedo

Se aprobó en primer debate el proyecto de Ley que establecerá las condiciones para atender los casos penales que merezcan indulto o amnistía. Es este el primer paso en la implementación de los acuerdos que han de protocolizar el fin del conflicto armado con las Farc y dar inicio a la construcción de la paz.

El uribismo, por supuesto, se fue contra el proyecto, utilizando los argumentos más desatinados. Sus miembros no han podido superar las manidas falacias con que alebrestaron a la población para que votaran NO en el pasado plebiscito, haciendo mutis por todas las ocurrencias criminales que utilizaron cuando su jefe estaba en la Presidencia de la República. Hablan todavía de la impunidad que habrá de darse a partir de la implementación de los acuerdos, y no de la que hubo bajo tal Presidencia; del impensado reconocimiento al narcotráfico como delito amnistiable, pero no de los narcos que eran recibidos en la “casa de Nari” ni de los que se paseaban por el Congreso y hablaban en él; de la larga noche de dolor que hemos padecido, pero no de las tantas atrocidades propiciadas bajo la misma administración.

Tendenciosamente han querido ocultar que lo que se busca es mirar hacia las víctimas para ponerle fin a cuantos sufrimientos se hayan padecido durante los últimos 52 años de violencia y crear condiciones para que no vuelvan a repetirse.

Esa reiteración en las viejas posiciones permite avizorar lo que la derecha traerá a la discusión de cada nueva iniciativa legislativa, siempre intentando confundir a quienes no tengan la fortaleza ideológica y política suficientes para intuir los verdaderos propósitos que esconden tras tan engañosa labia.

Por eso resulta peligroso que, actuando con ánimo perfeccionista y seducidos por los cacareos del uribismo, los amigos de la paz incurran en la tentación de introducirles “mejoras” a los proyectos de ley que han de venir, pues pueden incurrir en el riesgo de extraviar el verdadero espíritu de lo acordado con las Farc, lo cual podría ser interpretado como incumplimiento de parte del Gobierno y dar cabida a que se manifiesten disonancias dentro del proceso. Lo menos que debe suceder es que, por olvidar que lo perfecto es enemigo de lo bueno, los amigos de la paz terminen enfrentados.

Por fortuna, lo acordado ya cuenta con vigilantes. La presencia parlamentaria de los seis miembros de Voces de Paz, la organización que se encargará de cuidar por ahora la adecuada implementación de los acuerdos, ya ha dado muestras fehacientes de saber qué es lo que tiene que hacer. Sin embargo, no hay que dejarlos solos. El acompañamiento ciudadano es indispensable.

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