Año nuevo, nuevas perspectivas

Rodrigo López Oviedo

Preguntémonos: Si la pérdida de poder adquisitivo fue del 6,5 por ciento y el IVA se incrementó al 19, ¿cuánto terminamos perdiendo los trabajadores con un incremento del salario mínimo del siete por ciento, que parece ser a lo máximo que podremos llegar? En un ambiente así, ¿tiene algún sentido que la principal fuerza de oposición, las Farc, abandonen las armas para seguir haciendo uso de los mismos métodos de otras organizaciones opositoras, pese a sus poco significativos resultados?

Son inquietudes que pueblan el sentir del movimiento popular, que indudablemente, de un tiempo para acá, ha caído en una impotencia tal que ya cualquier cosa puede hacerse en su contra, casi sin que perciba lo ocurrido y lo que habría podido hacer en su defensa. Durante este período de discusión del salario mínimo, por ejemplo, ese movimiento popular debía estar en las calles reclamando un incremento justo, y no dejándose encandilar con ilusiones de festín. A propósito de esto último, ¿no estaremos en mora de exigir que el período de discusión del salario mínimo se traslade a otra época del año, en que ese movimiento popular esté menos inerme?

Pero no nos salgamos del tema. Las respuestas que debe dar el movimiento popular debe buscarlas primero en sus expresiones actitudinales presentes, muy distintas a las existentes, por ejemplo, en los años 70, de las cuales nos quedó el recuerdo del Paro Cívico de 1977. Las organizaciones de hoy están sumidas en taras tan vergonzosas como el burocratismo, que las han convertido en simple caricatura de lo que deben ser. El movimiento popular debe buscar remozar sus estructuras directivas, en lo cual deben empeñarse, en primer lugar, aquellas jóvenes promesas que por fortuna nunca faltan en las organizaciones, y, por supuesto, los veteranos que nunca han renunciado a sus esfuerzos de toda una vida por construir un país mejor.

Pero también es necesario que haya un cambio de propósito. Propósito que le tiene anclado en la estrecha condición de ser oposición, y que debe transformarse en legítimo interés de ser opción de poder. Sin esta nueva actitud no será posible capitalizar, por ejemplo, las reformas políticas y sociales contenidas en los Acuerdos de Paz; sin esta nueva actitud será imposible seducir a aquellos colombianos que acuden a las urnas a cambiar su voto por un plato de lentejas; sin esta nueva actitud continuará repitiendo, año tras año, las mismas penas que nos deja el 2016. Pero puede adoptarla, y la adoptará. Hacerlo mejorará enormemente las condiciones para que el cambio de método de las Farc cobre el mejor sentido y los acuerdos de paz se hagan realidad.

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