¿Qué clase de justicia es la que queremos?

Manuel José Álvarez Didyme

Como es sabido, la “anomia” es el estado que surge del irrespeto, la degradación o la eliminación de las reglas sociales, por parte de los integrantes de una comunidad.
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Circunstancias que de tiempo atrás y de manera casi que imperceptible, vienen afectando la Rama Jurisdiccional del país, llevándola de forma gradual a su descaecimiento, deviniendo en un ambiente de morosidad y quebrantamiento de la ley hasta presentar un generalizado estado, casi que de impunidad, caldo de cultivo de la más perversa delincuencia y de la más degradante de las acciones humanas: la violencia.

Ante ello, al escuchar los numerosos comentarios que circulan por los diversos medios y centros de estudio y de tertulia sobre la urgente y necesaria reforma del “anómico sistema de justicia que nos rige”, se nos viene a la memoria la hipotética situación descrita por el filósofo contemporáneo, doctor en Filosofía Moral, estudioso de la Justicia y profesor de Filosofía Política de la Universidad de Harvard, consagrado de manera específica al estudio de la Justicia, John Rawls, en su obra “La Teoría de la Justicia”. Según la cual, a cualquier persona, -que bien podríamos ser usted o yo-, que le brinden la opción de rediseñar el sistema de Justicia, bajo el cual va a tener que vivir y en el que de seguro va a discurrir su futura existencia sin saber qué posición va a ocupar en él, o sea, ignorando sus específicas circunstancias, sin duda va a querer hallarse dentro de uno que ofrezca a todos por parejo, ricos y pobres, igualdad de oportunidades en las condiciones más decorosas posibles.

En la certeza que, -salvo que se trate de algún insensato al que poco le importe su existencia porvenir-, aquel dedicará sus mejores esfuerzos a lograr un esquema lo más consistente, sólido y permanente posible, cosa que no ocurriría si ya conociera el puesto que va a ocupar en adelante, puesto que entonces pensaría en reformar lo vigente y la institucionalidad imperante, con la aspiración de que el nuevo régimen legal le dé respuesta prioritaria a sus necesidades, permitiéndole conservar los privilegios y ventajas obtenidas hasta entonces.

Porque cuando las gentes tienen certeza sobre el sitial que ocupan en la sociedad, tornan dificultoso encontrar el perfil de justicia en el que todos puedan coincidir, pues cada quien piensa que el mejor es aquel que le brinde las mayores posibilidades de desarrollo para sus potencialidades y las mejores oportunidades para colmar sus aspiraciones.

Así, si con base en tan irreal perspectiva, realizáramos a manera de hipótesis, idéntico ejercicio que el del caso ideal, sin tener noción sobre cuáles serían las circunstancias personales de nuestros hijos o nietos en el país del futuro, ni cual el papel que les irá a tocar jugar a estos en él, de seguro terminaríamos por construir un positivo escenario de Justicia que les brindara eficaz igualdad de opciones a todos ellos sin exclusión, puesto que aún no sabemos si aquellos van a ser varones, mujeres o gais; blancos, negros o mestizos; sanos o enfermos; inteligentes o torpes; ricos o pobres; musulmanes, católicos, judíos, protestantes o ateos; delincuentes u hombres de bien.

 Por tanto ¿cuál sería el sistema de Justicia a escoger que proteja de veras y de idéntica manera los derechos de unos y otros?; ¿que respete la igualdad dentro de la diversidad, y consagre reales libertades que no afecten los derechos de los demás, premie el esfuerzo honrado, privilegie el trabajo y el adecuado empleo del capital?

¡Ya es hora de ir pensando en ello!

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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