¡Contra la crisis, asociación!

Manuel José Álvarez Didyme

Que los malos tiempos aguzan la imaginación y desarrollan la creatividad de las gentes para protegerse de sus nocivos efectos, definitivamente constituye una verdad tan evidente como lo puede confirmar la “minga” diseñada por un numeroso grupo de vecinos de algunos barrios de los estratos dos y tres de una ciudad de semejantes características a la nuestra, para adquirir en medio de la crisis los alimentos indispensables para su sustento, por bultos y repartírselos equitativamente, luego de obtener importantes descuentos económicos, según lo conocimos a través de la narración que algunos de ellos le hicieron a los medios.
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En conducta que los economistas llaman “economías de escala”, que no es otra cosa que adquirir en mayores cantidades los artículos básicos para el consumo, para obtener de esta forma importantes rebajas y además una óptima calidad en los bienes que conforman su “mercado” para ocho, quince o más días, contrariando lo que sucede en casi todas las ciudades del país, incluida la nuestra: altos precios impuestos por los almacenes de cadena, o a causa de la menguada imaginación creativa, por parte de las administraciones locales para combatir a los anteriores, conformando verdaderos “carteles de vendedores” al reunir los productores o expendedores, que lejos de reducir, le encarecen los bienes de diario consumo e incrementan el costo de vida a los ciudadanos adquirentes, llevándolos a pagar los altos precios que les imponen.

Por ello se torna en notorio y digno de emulación el buen suceso de la idea de la “minga” y su adopción, al punto de convertirse en ejemplo a seguir por otros grupos de ciudadanos, en conducta asumida colectivamente, para ser implementada entre familiares, vecinos o amigos o por organizaciones comunales, ciertos de que la asociación es, sino el mejor, sí un excelente medio para paliar la crisis que se viene afrontando desde comienzos de año a consecuencia de la malhadada Pandemia que nos azota.

Pero no solo en el campo de los abastos se puede favorecer la sociedad con tal idea, ya que además, por este medio se podrían alcanzar insospechados niveles de convivencia e interacción, necesarios, -si de desarrollar con éxito proyectos comunitarios se trata-, apoyados en la complementaria acción  que estos  grupos han llevado a cabo desde su inicio: conformando como agrupación, “un fondo común” alimentado con una pequeña suma bien semanal, quincenal o  mensual, que debe aportar cada uno de ellos, haciendo realidad el calificativo de “común” que, al fondo constituido, le dieron.

Magnífico ejemplo en momentos en que nuestra sociedad está requiriendo acciones que generen afectos colectivos de positivo acento para contraponerlas al egoísmo y la polarización que entre coterráneos se vienen incubando en Colombia.

Iniciativas como éstas se erigen en idóneo medio para lograrlo y como tal merecen la prioritaria atención de nuestros gobernantes para convertirlas en lo que debe ser: un práctico instrumento de ordenación de la vida social.

De tal manera, que no debemos darle largas al inicio de una cruzada en tal sentido, con miras a generalizar tan útil y oportuna idea.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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