Basureros billonarios

Es indiscutible que el intento de Gustavo Petro de darle un nuevo modelo de gestión a la recolección de basuras en Bogotá ha estado lleno de improvisación y desinformación, y que causó muchos problemas a la ciudadanía,

hasta tal punto que el secretario de salud, Guillermo A. Jaramillo, se le midió a pedir la renuncia a Diego Bravo, gerente del Acuerdo, encargado de liderar el proceso. Y es una verdadera lástima que haya ocurrido así porque en el fondo  hay un debate muy interesante que podría tener repercusiones políticas no sólo en Bogotá sino en todo el país.

Veámoslo más despacio. Lo que Petro está poniendo en duda es la validez del modelo impulsado por las políticas privatizadoras de los noventa, que traspasó la gestión de los servicios púbicos a manos privadas, con el taquillero argumento que el sector privado administra mejor. Ciertamente, esta ola neoliberal significó para algunos una oportunidad de enriquecimiento a costa de hacer negocios con el Estado. Administrar acueductos, alumbrados públicos, electrificadoras, concesiones viales, hospitales, pensiones, zonas azules, transporte, recoger basuras y un largo etc., se volvió un negocio fabuloso. El estado pone la infraestructura y los usuarios, y los privados se encargan de la gestión; para algunos ha sido el negocio de su vida.


El de las basuras en Bogotá es más que extraordinario. Mueve más de 200 mil millones al año. El año pasado Atesa tuvo $33.197 millones de ingresos; Ciudad Limpia $33.438 millones; Lime $59.481 millones y Aseo Capital $61.973 millones. Nada mal, ¿verdad? Ahora, la privatización pudo haber mejorado la calidad del servicio (digamos que sí, en aras de la discusión) pero lo encareció de una forma vulgar. En Bogotá se paga una de las tarifas más caras del mundo. He hecho la comparación con ciudades europeas que tienen costos de vida más altos y en Bogotá se paga más por este servicio. ¿Me puede alguien explicar por qué, si los salarios son más bajos? La respuesta es sencilla. Porque es un negocio con ‘vaca amarrada’ en el cual prevalece es la sed de enriquecimiento y no los usuarios. La crónica de Juan Gossain en El Tiempo de ayer es más que reveladora. Hay leerla.


Petro ha puesto el dedo en la llaga. Apunta adonde tiene que apuntar. Si es capaz de encontrar un modelo más eficiente y más económico para administrar las basuras éste podría volverse un referente nacional, que es justo lo que él necesita para sus aspiraciones presidenciales y representar una alternativa programática a la derecha que se dejó hipnotizar por el dogma neoliberal.


El asunto no es escoger entre un ‘burocratismo trasnochado’ o un ‘capitalismo parasitario’. Ambos son perniciosos. Lo que hay que hacer es concebir una alternativa. Un modelo en donde prevalezca el interés de los ciudadanos. Eso de llenarles los bolsillos a unos cuantos hay que ponerle coto. El debate apenas comienza. Espero y confío en que Gustavo Petro no sea de los que matan el tigre y se asustan con el cuero. Si logra salirse con la suya podría ser imitado por otros alcaldes. No lo tiene fácil porque el ‘capitalismo parasitario’ tiene suficiente dinero en sus alforjas e influencia política para hacerle la ciudad ingobernable y boicotear sus iniciativas.

Petro no puede improvisar y menos en temas tan trascendentes. Debería, además, mejorar la comunicación con los ciudadanos y ser más receptivo a la crítica. Plantear la discusión no en términos de ricos y pobres sino de prevalencia del interés público, en la defensa de los usuarios para que no les chupen la sangre unos abusadores envueltos en las banderas de la libre empresa. La cosa no es contra el sector privado, ni para volver a un estatismo burocrático y politiquero. Las empresas de economía mixta o las solidarias podrían ser una opción, hay que estudiar el asunto.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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