Secuestro, luego existo

El ELN pareciera querer aplicar el aforismo de Descartes pero cambiando el verbo. Su actitud es patética, persiste obstinadamente en el error.

Si algo desacreditó por completo la lucha armada en Colombia fue el secuestro. Es como si esta organización guerrillera no terminara de enterarse y esta semana protagonizó un nuevo ‘acto de guerra’, secuestró a cinco trabajadores de una empresa canadiense. Es la manera que tiene para decirle al Gobierno que aún existe y que quiere reconocimiento. En cierta medida el planteamiento es incluso infantil, que como bien lo dice el ministro Juan Carlos Pinzón, sólo denota debilidad militar y desespero político. Nada más.

Se trata de un acto torpe porque el Gobierno no puede fijarle unas condiciones diferentes a las que le fijó a las FARC para empezar a dialogar: la renuncia expresa el secuestro, como en efecto éstas lo hicieron. “¿Por qué no estamos en la mesa de negociaciones?” preguntó en un vídeo ‘Nicolás Gabino’, el máximo jefe de ese grupo, el mismo día en que fueron secuestrados los trabajadores. Dijo que era una pregunta para el presidente Santos. La respuesta es obvia, precisamente por eso, porque continúan cometiendo delitos de lesa humanidad como es el secuestro.


El ELN debe entender que no le favorece la correlación de fuerzas políticas ni militares. Y que el margen de maniobra que tiene Santos es limitado, pues si bien las mayorías nacionales están por una paz negociada también es verdad que desaprueban actos de terrorismo y violencia injusta. Los trabajadores de esta empresa son civiles, no hacen parte de las hostilidades, y gozan de protección del derecho internacional humanitario. Van a necesitar un poco de mayor imaginación si quieren abrir las puertas del diálogo. Ser más realistas. Por esta vía no irán a ninguna parte. Este hecho criminal indica que el ELN se quedó en el siglo XX y que no sabe que estamos ya en el XXI. El actual es un mundo que transcurre a velocidades de vértigo y cada día es más difícil captar la atención de las diferentes audiencias que existen en eso que se denomina opinión pública. Así pues, un secuestro más no conmueve a nadie ni va a llevar al Gobierno a negociar.


Algo va del ELN de los años sesenta, fundado por trabajadores del petróleo, estudiantes universitarios y sacerdotes que creían en la ‘Teología de la Liberación’, como el cura Camilo Torres, y que veían en la revolución cubana, en Fidel Castro y Ernesto Guevara los nuevos paradigmas humanistas, a este ELN envejecido y diezmado, sin propuestas, y sobre todo sin imaginación para comunicarse con la gente ni para entusiasmarla con proyectos de reconciliación y justicia. El Eln volvió a aparecer en la prensa internacional, sí, pero de la peor manera. Ha intentado una fuga hacia adelante como la que en su momento protagonizó el M19 con el secuestro de Álvaro Gómez, pero se trata de dos momentos muy distintos, en todos los órdenes. Lo máximo que pueden conseguir es que la compañía minera les pague un dinero por la liberación, pero me temo que después del episodio del secuestro de los chinos a manos de las FARC el Gobierno va a estar encima para que esto no ocurra. Además, iría contra toda lógica que Santos cediera frente a una guerrilla que está más disminuida que las mismas FARC, sin que previamente exprese con claridad su renuncia al secuestro como un gesto real de que quiere la paz.    


Se dice que uno envejece cuando no es capaz de producir una idea nueva ni de desprenderse de una idea vieja. Se nota que ‘Nicolás Gabino’ está viejo, muy viejo. Mucho más de lo que parece.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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