La gallera

Dijo el expresidente Álvaro Uribe esta semana: "Si al gallo viejo le toca volver a la gallera, hay que hacerlo". La frase es importante por el contenido y la fuerza comunicativa que tiene. La metáfora del gallo es antigua en la política colombiana y, de una u otra manera, ilustra a la perfección el concepto o la idea que ha tenido de la política un sector de la dirigencia colombiana.

Digo que tiene fuerza comunicativa porque cualquier persona la entiende sin necesidad de que se la expliquen. Esa es una de las grandes fortalezas de Uribe, él es, ante todo, un comunicador nato. Se trata de una frase interclasista (la entienden en todos las clases o sectores sociales, incluso en los clubes bogotanos) y es también intergeneracional, jóvenes y viejos la disciernen. En esta metáfora está claro quién es el gallo viejo, él evidentemente. Y si hay un gallo viejo es porque hay un gallo nuevo, que se asume es el presidente Juan Manuel Santos. Ahora bien, en la frase queda claro también el condicional con la que comienza cuando dice: “Si al gallo viejo le toca…” No es que el gallo quiera, ni que sienta nostalgia de poder ni por el apego que siente por este ni porque a lo mejor se sienta traicionado, no, es que le toca, es casi una obligación volver a la gallera. Además, porque no hay gallos de pelea para enfrentar al gallo mayor.

La fuerza comunicativa de la frase es, pues, enorme. Pero hay otro aspecto que no puede dejarse pasar, su contenido metafórico, este refleja el concepto que tiene de la política. Veamos. Para Uribe la política es eso, una gallera. La arena en donde se enfrentan a muerte dos gallos. Es donde se dirime el conflicto. Allí uno de los dos gallos tiene que morir o salir casi muerto, pues sólo hay espacio para uno. Cada gallo tiene que afilar sus espuelas, batir sus alas e ir directamente contra el pecho o los ojos del otro hasta dejarlo muerto o totalmente inhabilitado para el combate. No hay forma de arreglar por las buenas. Como dice el célebre vallenato: “O se la lleva él o me la llevo yo… pa´ que se acabe la vaina”. Y gallo que no quiera pelear no es un gallo, es una gallina. Así de simple. Se trata de una concepción machista de la política y “Los machos pelean, no hablan” dice una vieja poesía popular, ‘El duelo del mayoral´, si mal no recuerdo.     

Tal concepción es la negación misma de la política. Ésta se la inventaron justamente para no tener que reñir, para dejar de matarse, para dialogar y no ir a la guerra. Es, pues, anacrónica, pre moderna, además de que ha sido la responsable directa de varios miles de muertos en Colombia, desde la época en que se enfrentaron liberales y conservadores y se acribillaron a bala, y a machete y a cuchillo. Una de las páginas más nefastas de la historia colombiana. Por eso en 1982 cuando el expresidente Alfonso López buscó la relección y lanzó un afiche que decía “Juéguele al colorado”, con dos gallos peleando, uno azul y otro rojo, el pueblo la rechazó y le dio la victoria al candidato conservador, Belisario Betancur, que enarbolaba un movimiento nacional. Hubo un enorme repudio hacia la evocación de la violencia partidista.

Mal haría Colombia si permitiera que la idea de la política como gallera volviera a dominar la escena. Las peleas personales, además, deben ser desterradas para siempre de la contienda política, es mucho el daño que han hecho a este país. Lo que se impone es el debate programático. Uribe debe ser derrotado en las urnas, pero no precisamente porque sea un gallo viejo… sino porque encarna una peligrosa concepción guerrista, histérica y jurásica de la política.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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