Un paso (casi un salto) adelante

La divulgación de los acuerdos parciales alcanzados en La Habana entre Gobierno y Farc constituye un paso importante, un punto de inflexión en la negociación, por múltiples razones.

Primero porque se le muestra al país y al mundo que no eran ciertos los infundios propagados por el uribismo respecto a una supuesta entrega del país al castro-chavismo, y de traición a las Fuerzas Militares y de policía; y en segundo lugar porque indica que las partes comienzan a dejar de mirarse como enemigos y a construir alianzas en pos del interés común: el proceso de paz.

A las dos partes (Gobierno y Farc) les sirve la divulgación de los acuerdos parciales. Las actas muestran un trabajo serio, juicioso y paciente. Constituyen la prueba reina de que las dos delegaciones están trabajando con auténtico interés nacional. Le sirve al Gobierno porque desnuda las falacias de la oposición uribista y el discurso de ésta queda maltrecho. Toda la histeria desatada por dicha corriente política se desvanece. El uribismo pierde porque queda claro que sus críticas al proceso de paz eran absolutamente infundadas. El Gobierno sale fortalecido. Ahora bien, también las Farc ganan, y creo que mucho, más que el propio Gobierno. Las actas muestran el costado político suyo. Es evidente que si fuesen un cartel de drogas, como lo afirma el uribismo, no estarían planteando cuestiones de naturaleza política y económica como las consignadas allí.

Al hacer públicas las actas de los acuerdos parciales, creo que el proceso ha atravesado la línea del no retorno. Y quiera Dios que así sea. Este es un triunfo de la política, de la palabra y de la racionalidad. Hablando se entiende la gente. Queda claro que cuando se quiere, cuando hay voluntad política, es posible encontrar puntos de acuerdo. Por esto el país entero espera que ahora se produzca un cese al fuego. Esto no sólo preservaría vidas sino que permitiría que el país terminara de apropiarse y enamorarse del proceso de paz. Las Farc no deberían aplazar más esta decisión. Un cese al fuego unilateral le facilitaría al Gobierno llegar a un cese bilateral. Sería una consecuencia casi obligada, pues no tendría ninguna explicación que si la guerrilla silencia sus fusiles, indefinidamente, el Gobierno no hiciera lo propio.

Si las Farc se atrevieran a dar ese paso, crearían mejores condiciones políticas y sociales para avanzar en la negociación. El Gobierno tendría mayor capacidad de maniobra, e inclusive tendría que flexibilizar algunas de sus posturas, en aras de alcanzar un acuerdo. Esta no es la hora de la guerra, es la hora de la política. Gobierno y Farc acaban de superar el paradigma de la confidencialidad de la negociación, ahora deberían superar otro: el de la negociación en medio del conflicto. Eso no sería un paso adelante sino el verdadero salto cualitativo que el pueblo reclama y espera.

En otras palabras, creo que no habría ya marcha atrás. ¿Es mucho pedir no un paso sino un salto adelante? ¿O es que estamos condenados a padecer un conflicto violento hasta que se ponga en un documento los últimos puntos y comas? Hay que apelar a la imaginación y a la inteligencia. Encontrar fórmulas.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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