Nubarrones en el horizonte

El Gobierno está de plácemes con las cifras macroeconómicas.

Baja inflación (3.3%), descenso del desempleo (8.4%, la más baja de los últimos 15 años), crecimiento económico del (5.4% en 2014); y como si fuera poco el Banco Mundial ubica a Colombia en el puesto 34, como país para hacer negocios, por delante de Perú (35), México (39) y Chile (41). Además, a pesar de las críticas de la oposición, el proceso de paz avanza. Así, el país es la nueva estrella suramericana.

Personalmente no soy muy optimista. Hay datos preocupantes. Las cifras consolidadas de 2013 muestran que las ventas externas del sector energético alcanzaron una participación del 72%. Asimismo, ese año, los ingresos del sector, entre impuestos, regalías y dividendos le significaron al Estado $29.8 billones, lo cual equivale al 32% de los ingresos corrientes de la Nación. Y, dentro del sector, lo principal es el petróleo. Las exportaciones de crudo y derivados representan 51.39%. En otras palabras, el crudo nuestro principal producto de exportación.

Pero hay un problema. Las proyecciones indican que para 2020 Colombia estaría produciendo 350 mil de barriles día, frente a los 900 mil de hoy. El descenso de las exportaciones será notable. Si no se produce un hallazgo importante perderemos la autosuficiencia. El otro dato preocupante es la tendencia decreciente de los precios del petróleo. En junio pasado el barril de petróleo WTI estaba en US $105.37 y esta semana se cotizó  a US$ 78.40. Esto podría tener un efecto devastador en algunas regiones, por ejemplo en Meta, Casanare, Arauca y Putumayo, que viven esencialmente del petróleo, pues significaría menos regalías y parálisis de la economía.

Si las anteriores proyecciones se mantienen (agotamiento de las reservas y descenso de los precios) la crisis no se hará esperar. Lógicamente, se sentirá en la base de la pirámide social, obviamente no en la cúspide. Y en esta base se está produciendo una revolución silenciosa de la criminalidad. Colombia está saliendo de las grandes ligas criminales internacionales, que en el pasado le permitieron insertarse en la economía global y controlar el negocio de la cocaína (ahora en manos de los carteles mexicanos) y concentrándose en el mercado doméstico. Hemos pasado de la extorsión a grandes empresas a la extorsión a pequeños y microempresarios. El narcomenudeo viene en un auge impresionante. Hay quienes hablan de que es un negocio de 800 mil millones de pesos al año en Bogotá. Las redes criminales están controlando negocios lícitos e ilícitos (moto-taxis) y los préstamos “gota a gota” (modalidad que por cierto se ha exportado a Perú).  

La situación podría tornarse más crítica en el postconflicto, por el riesgo de que la desmovilización de combatientes termine por retroalimentar el fenómeno que se está produciendo en la base de la pirámide. Los expertos en asuntos de seguridad ciudadana deberían estudiar esto, pues los desafíos son inmensos. El problema le está estallando en la cara al presidente Santos, pero éste se limita a culpar a la policía. No soy, pues muy optimista. Hay que mirar un poco más allá de la nariz. Me da pena pero veo oscuros nubarrones en el horizonte.  

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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