Lo que Ibagué necesita

Guillermo Pérez Flórez

La violencia liberal / conservadora fue un fenómeno nacional, pero en el Tolima tuvo una intensidad particular, fue más dramática que en otras regiones del país y sus efectos más desastrosos. Con la politiquería y la corrupción ha sucedido algo semejante.

También son un fenómeno nacional pero en este departamento han tenido una connotación singular, que en un momento dado llegó a adquirir simbolismo de perfiles nacionales.

La circunscripción nacional para senado consagrada por la Constitución del 91, rompió las tradicionales baronías regionales pero no acabó con los vicios políticos, solo los podó. En el Tolima todo, y en Ibagué particularmente tales vicios se enquistaron en el poder y no ha sido posible erradicarlos. Ni siquiera el ocaso político y la reclusión carcelaria de su principal inspirador terminó con el mal. No. El uso depredador y predador se volvió una subcultura política que permeó a todos los partidos y movimientos, y a una buena porción de la ciudadanía. Que es lo más triste y deprimente. Hay quienes validan que los que lleguen al poder “aprovechen su cuarto de hora”. Algunos afirman inclusive que “uno no dice que no roben, porque todos roban, pero que hagan algo por la ciudad”. Es la legitimación social del latrocinio.

Algo similar ocurrió en la Argentina en los años 40 y 50, cuando las masas coreaban: “Ladrón o no ladrón queremos a Perón”. Es un buen ejemplo de los estragos que generan la corrupción, la politiquería y el populismo (de izquierda y de derecha).

En los años 40 Argentina era la cuarta o quinta economía del planeta, la gran despensa del mundo. Recientemente, la agencia Bloomberg calculó el “índice de la miseria” para 2015 y Argentina quedó en segundo lugar entre las 15 economías más miserables. También podríamos hablar de Brasil.

Si Ibagué quiere progreso y calidad de vida lo primero que tiene que hacer es rescatar la administración municipal, quitársela de las garras a las aves de rapiña que durante las últimas décadas se han ensañado con ella, reduciéndola a ser sólo instrumento de reproducción electoral y fuente de enriquecimiento personal. Este propósito superior debe estar por encima de cualquier consideración partidista, de afecto o desafecto personal. El proceso de regeneración política no se puede seguir aplazando. Hay que iniciarlo ya. Los costos son muy altos para postergarlos.

Guillermo A. Jaramillo encarna hoy ese anhelo. No lo tiene fácil, pues los piñones y palancas de la maquinaria están muy bien engrasados. Si consigue ganar la alcaldía probará que la política de opinión sí es posible y ello puede animar a muchas personas a participar activamente en la vida política local y regional. Es verdad que tiene un carácter difícil, pero como me lo dijo un amigo, estamos dispuestos a pagar ese peaje. Ibagué necesita un alcalde probo, con capacidad de trabajo y demostrada experiencia administrativa, y Jaramillo cumple con esos requisitos. Esto es lo sustancial. Ojalá lo entiendan así los ibaguereños el próximo domingo.

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