El derecho a soñar

Guillermo Pérez Flórez

Las pasadas elecciones mostraron varias cosas: 1. Fueron las elecciones más pacíficas de los últimos 40 años. Y ello demuestra que la violencia no es una maldición bíblica. 2. Fueron las elecciones más corruptas. Campearon la compra de votos y el clientelismo, el dinero circuló a manos llenas. 3. Paradójicamente, fueron también las elecciones más esperanzadoras de los últimos tiempos.

La tranquilidad que se vivió es un efecto directo de las negociaciones de paz en La Habana. Eso no puede negarse. Desde luego, también es producto del fortalecimiento del Estado, que ya no aparece como un actor impotente. Confiemos en que las elecciones de 2018 sean las primeras elecciones en paz de los últimos 60 años. El pueblo tiene derecho a que sea así.

Lo anterior es sin duda un avance. Pero tenemos una asignatura pendiente. Depurar el sistema electoral y hacer de la política un ejercicio transparente y libre. En esto se ha avanzado muy poco. La politiquería ha refinado sus métodos y cada vez hace del proceso electoral algo más turbio y menos legítimo. En este campo es mucho lo que resta por trabajar. El partido o movimiento que enarbole esta bandera se sintonizará con un amplio sector de la opinión pública, harto de un sistema controlado por la politiquería, el nepotismo y el dinero.

Los pueblos tienen en sus manos el poder de cambiar y por ello digo que éstas fueron las elecciones más esperanzadoras. 1. En Tolima se registraron 110 mil votos en blanco y no marcados para la Gobernación. Son ciudadanos que fueron a las urnas y manifestaron su inconformidad a través del voto en blanco o sin marcar. Una cifra que para la Asamblea subió a casi 160 mil votos. Ninguno de los candidatos le dijo nada a estas personas. 2. El triunfo de Guillermo A. Jaramillo a la Alcaldía de Ibagué desmintió a quienes creen que en Ibagué y en el Tolima no se puede hacer política sino con una chequera abultada. Esta victoria permite el renacimiento de la esperanza. 3. Algo similar sucedió en Bucaramanga, Cali y Cartagena.

En Bucaramanga, el movimiento cívico ‘Lógica, Ética y Estética’, encabezado por Rodolfo Hernández, derrotó las aceitadas maquinarias. Aún así, se registraron casi 40 mil votos entre blancos y no marcados. Y eso que la participación solo llegó al 57%. La clave está en que la gente vote. En Cali, sucedió algo similar. El empresario Norman Maurice Armitage vapuleó las maquinarias y obtuvo un resonante triunfo, a nombre del movimiento cívico ‘Creemos en Cali’. En Cartagena, el periodista Manuel Vicente Duque ganó con un movimiento llamado ‘Primero la gente’. El poder de la maquinaria es limitado cuando los ciudadanos se rebelan.

Lo anterior debe alentar a gente decente a participar más en la actividad política. El poder de las maquinarias es limitado cuando los ciudadanos se rebelan. Estas elecciones, a pesar de sus sombras, han servido para conservar vivo el derecho a soñar con unas regiones presididas por la decencia y la justicia.

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