Malos gobernantes, pésimos perdedores

Guillermo Pérez Flórez

La señora Cristina Fernández de Kirchner y el señor Nicolás Maduro han pelado el cobre tras las respectivas elecciones. Desafiar el veredicto de las urnas, sobre todo cuando se tiene el poder, es un indicador de la verdadera dimensión histórico-política. Los dos representan una obsoleta concepción del poder, aquella que sostiene que el primer deber de quien lo tiene es conservarlo. Maquiavelismo en estado puro.

Argentina y Venezuela encarnan dos situaciones similares pero de signo político diferente. En la tierra del tango gobernará un proyecto de orientación neoliberal, que encontrará una fuerte oposición. Mauricio Macri encara un reto histórico: ningún presidente no peronista elegido democráticamente ha podido concluir el mandato desde que el peronismo irrumpió en la vida política argentina. Los peronistas son más efectivos en la oposición que en el Gobierno, como lo demostraron durante los gobiernos de Raúl Alfonsín (1983 - 1989) y Fernando de la Rúa (1999 - 2001). Además, la fractura social del país es muy grande, no es sino ver el resultado electoral. Macri ganó por apenas tres de puntos de diferencia. En el Senado solo tiene el 20% (17 de 72 escaños), y en la Cámara el 35% (90 de 257). Desde luego que el poder ejecutivo en todas partes tiene su encanto, y sin duda comenzarán las fricciones y divisiones en el peronismo.

Por el lado venezolano las cosas también pintan complicadas. La derrota chavista fue realmente estruendosa. La oposición ganó en 18 de las 24 regiones, incluida Barinas (la patria de Chávez), y con los dos tercios de la Asamblea Nacional podrá reformar la Constitución, convocar un referéndum revocatorio del presidente, aprobar amnistías de los presos políticos, remover miembros del Tribunal Supremo y derogar las “leyes habilitantes” de las que ha disfrutado el chavismo. Es verdad que a Nicolás Maduro aún le quedan cuatro años de mandato, pero la realidad es que hoy es un gallo desplumado que muchos quieren degollar. Desde las propias filas chavistas hay quienes consideran que perdieron porque el de Maduro es un gobierno “nefasto, sectario, corrupto y vulgar”.

Argentina y Venezuela atraviesan momentos críticos, y 2016 se insinúa como un año de tensión política y dificultades económicas. Inflación, desempleo y un burocratismo tan asfixiante como insostenible, son rasgos que les son comunes. En Argentina el empleo público representa el 27% de la fuerza laboral, actualmente tiene cuatro millones 200 mil funcionarios, hace dos años tenía dos millones 300. Venezuela, por su parte, es el país con mayor cantidad de ministerios del mundo. El problema es que el funcionariado casi nunca genera riqueza, sino que la consume. La izquierda populista cree que la única forma de generar bienestar es a través del estatismo, es su principal equivocación.

El péndulo político está de vuelta. Ahora bien, el péndulo nunca regresa al mismo punto. No creo que en ninguno de los dos países suramericanos se pueda volver a implantar un modelo neoliberal ortodoxo, que ha probado con creces sus falencias. Hay que construir opciones nuevas. Pero lógicamente, eso no lo pueden hacer quienes han sido malos gobernantes y pésimos perdedores, que solo quieren el poder, por el poder mismo.

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