La hora del cambio

Guillermo Pérez Flórez

Inmensa expectativa ha generado la llegada de Guillermo A. Jaramillo a la Alcaldía de Ibagué. Se le percibe como un bálsamo revitalizador tras varios años de desgreño, mediocridad y corrupción. Muchos ojos están puestos en su capital, que es una ciudad de enorme potencial. Algo que parecieran ver mejor las personas de afuera, como lo demuestra el hecho de que buena parte de su actual desarrollo sea producto de inversionistas de Bogotá y Medellín.

Los retos son inmensos. Quizá los más importantes sean: 1. Sanear la administración pública. Ésta tiene que dejar de ser un coto privado de caza. Los relatos sobre corrupción son asquerosos. Pareciera que el enriquecimiento personal hubiese sido la consigna para las últimas administraciones. La pregunta es: ¿por qué la ciudad aguantó tanto, si esto se produjo a la luz del día? 2. Recuperar el espacio público. El Centro de la ciudad es una vergüenza. La venta callejera se tomó, literalmente, calles y andenes. Un fenómeno del que participa el comercio formal, pues saca sus mercancías a los andenes. Se requerirá de mucho diálogo y concertación, pero sin duda también autoridad, pues cada quién hace lo que quiere, con total impunidad. Basta con observar la contaminación visual. Hay exceso de avisos y tableros. Las arcas municipales se llenarían si se cobrasen impuestos.

3. El ordenamiento urbano. Ibagué parece la capital del desorden. Barrios residenciales como Cádiz son un testimonio de ello, y Piedrapintada va a terminar igual si no se actúa ya. Cualquier garaje es bueno para abrir tiendas, casinos, cantinas, talleres, discotecas, etc. No hay control urbano. Algunos sectores se están densificando de forma absurda. El POT demanda una revisión. 4. Los servicios públicos. Para comenzar, el de acueducto. Se ha improvisado en exceso, pese a la cantidad de estudios ‘técnicos’ contratados. Son muchos los miles de millones invertidos en los últimos 20 años y no hay una solución estable y duradera. En el Ibal y Acualterno hay una cadena de oscuras irregularidades, como lo ha documentado este periódico. Los acueductos comunitarios están en alerta ante la disminución de caudales, que en algunos casos llega al 90%. Si el fenómeno de ‘El Niño’ se prolonga, en enero y febrero habrá racionamiento. De hecho, existen barrios que sufren cortes prolongados.

5. Seguridad y convivencia. Otro aspecto crítico. Ibagué es la cuarta ciudad del país con más riñas callejeras. Pasa de mil por año. En Colombia estas producen más muertes que el conflicto armado. Suena a chiste pero es verdad. Para agosto de este año, Medicina Legal registraba mil 725 muertes por riñas callejeras. La violencia urbana tiene visos de epidemia. De otra parte, están los hurtos a residencias. La estética ciudadana es casi carcelaria. Se requiere de un Plan Integral de Convivencia y Seguridad con fuerte participación de la ciudadanía, en el que se incorpore variables como salud y educación. Un buen diagnóstico interdisciplinario es base fundamental.

Por razones de espacio apenas menciono la movilidad, asunto neurálgico. El futuro de Ibagué está en manos de todos y no solo del alcalde Jaramillo, persona de probada experiencia y liderazgo. Auguro una nueva época si conseguimos generar virtudes cívicas. Es la hora del cambio, pongámosle corazón.

Comentarios