España, de vuelta a las urnas

Guillermo Pérez Flórez

España tendrá que volver a las urnas. Los partidos no lograron ponerse de acuerdo para conformar un gobierno y, en consecuencia, habrá que repetir las elecciones. Los líderes de las cuatro organizaciones más importantes, el Partido Popular, el PSOE, Podemos y Ciudadanos, han fracasado.

Es la primera vez que esto ocurre. Para conformar gobierno se requiere de 176 diputados, cifra imposible de conseguir sin pactar. Mariano Rajoy (PP) no aceptó el encargo de intentar formar gobierno porque consideró que no tenía posibilidades, y ello le dio a Pedro Sánchez (PSOE) la opción de intentarlo. Este quiso hacerlo a través de una coalición con una fuerza a la izquierda, Podemos, y otra a la derecha, Ciudadanos, pero sin una oferta concreta y diáfana. A su vez, Pablo Iglesias y Albert Rivera se vetaron mutuamente y de esta manera el pacto se hizo imposible. Cada quién tiene su propio relato, y sobre ellos adelantarán la campaña electoral para el próximo 27 de junio.

En cierta medida el fracaso es explicable. La democracia no se aprende de un día para otro. ¿De un día para otro luego de cuarenta años? Sí. Ahí está la cuestión. Elecciones y democracia no son la misma cosa. Se parecen, pero no son lo mismo. La democracia es más que un planteamiento político, es sobre todo un desarrollo cultural que tiene que ver con la forma de gestionar las diferencias y los conflictos. Estar de acuerdo con quienes piensan como uno no tiene mérito. Lo admirable es hacerlo con quienes piensan diferente. La finalidad de la política es la búsqueda del acuerdo, y para ello las personas tienen que dialogar, y es eso lo que en este caso ha faltado, diálogo. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera han escenificado un típico ‘diálogo de sordos’. Ninguno ha escuchado a los otros. Una sumatoria de monólogos.

El asunto entraña lecciones interesantes, no solamente para España. La primera es que la democracia tiene que servir para gestionar la diversidad, que es lo que en realidad son los pueblos. La homogeneidad no existe en la vida real. Y no puede existir porque cada persona es un mundo. España nació como entidad homogénea a partir de la determinación de los reyes Isabel y Fernando, de expulsar a musulmanes y judíos e implantar el catolicismo. Pero esa homogeneidad cultural y religiosa nunca existió, se quiso fabricar a sangre y fuego. Algo similar hizo Francisco Franco, durante su dictadura. Franco entendía España desde la homogeneidad y negó, de manera sistemática, la pluralidad política, histórica e idiomática, hasta el último día. Pero España es un país muy diverso, y ahí radica su mayor riqueza.

De allí que el reto sea aprender a gestionar la heterogeneidad, para lo cual necesita una cultura democrática profunda. Tal es la diferencia entre modernidad y postmodernidad. Y eso, lógicamente, no se hace en un día. No sé si de esto sean conscientes sus líderes. Ojalá sí.

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