La agonía del Socialismo del siglo XXI

Guillermo Pérez Flórez

El ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999, con su discurso bolivariano, proyectó en América Latina una ilusión, el surgimiento de una izquierda capaz de dar soluciones a los problemas seculares: la exclusión y la desigualdad. Igualmente, la idea de un subcontinente con identidad y autonomía, que dejara de ser el patio trasero de Estados Unidos. Chávez bautizaría este proyecto como el socialismo del siglo XXI.

Comenzó así una ola que llevó al poder a Lula da Silva, a Tabaré Vásquez y José Mújica, a Rafael Correa, a Michel Bachelet, a Evo Morales, a Néstor y Cristina Kirchner. Cada quien con sus matices y particularidades. Ésta coincidió con un incremento desbordante de los precios internacionales del petróleo, del carbón, del oro, del cobre… de todas la materias primas, que rebosaron las arcas nacionales. Se pensó, entonces, que era el momento de satisfacer las demandas sociales aplazadas y que algo de esa riqueza le llegara al pueblo. Todos pusieron en marcha, unos más unos menos, un conjunto de políticas asistenciales sin precedentes en la historia regional.

Ahora bien, en abril de 2002 hubo un hecho que habría de marcar el proceso: el frustrado golpe a Chávez. A partir de ese momento, el presidente venezolano se puso en manos de los hermanos Castro y utilizó los recursos del petróleo como arma estratégica para proyectar una política exterior antiimperialista y comprar apoyo popular, dentro y fuera del país. Hizo de la suya una causa global contra Estados Unidos, favorecida por la torpe y errática gestión internacional de George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Puede decirse que Chávez metió a América Latina en la política internacional, de la mano de Brasil como potencia emergente. La llevó incluso a Oriente Medio, donde él se convirtió en un líder popular.

Limitaciones de espacio impiden desarrollar un análisis detallado de este período, y evaluar sus éxitos y fracasos. Pero hoy, cuando Venezuela está convertida en una pesadilla, cuando la heredera de Lula, Dilia Rousseff, es suspendida del poder, cuando Ecuador atraviesa una fuerte crisis económica y social agudizada por el terremoto, cuando Cristina Kirchner y el justicialismo han perdido las elecciones, bien vale la pena preguntarse: ¿qué queda y qué deja el socialismo del siglo XXI? Es paradójico que solamente queden en pie Evo Morales y Cuba, el socialismo del siglo XX, que hace una transición tranquila hacia un sistema político más abierto y una economía social de mercado con férrea injerencia estatal, de la mano de su archienemigo, Washington.

La pregunta es pertinente, puesto que los precios de las materias primas están a la baja, las arcas públicas exhaustas y la derecha neoliberal regresa al poder. América Latina desaprovechó la bonanza para construir un aparato productivo innovador y competitivo. Es un error hacer de la austeridad un dogma, pero nada sustituye al trabajo como fuente de riqueza estable. Tal debería ser la lección aprendida, cuando la ola parece desvanecerse justamente por donde comenzó: Venezuela. La prueba de un fracaso.

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