Adiós a la guerra

Guillermo Pérez Flórez

La firma del punto 3 de la agenda general para la terminación del conflicto es la noticia más importante de los últimos años en Colombia. Para quienes aún no se hayan dado cuenta, significa que la guerra con las Farc ha terminado. Adiós, se acabó, no va más. Solo quienes sienten añoranza por la guerra se niegan a reconocerlo.

A partir de este momento se acabaron los combates, las emboscadas, las tomas de poblaciones, los secuestros, las extorsiones y las hostilidades de las Farc. Lo que viene ahora es complejo, el tránsito hacia la vida civil, política, económica y social de esta guerrilla, que entre otras cosas, valga recordarlo, nació aquí en el Tolima, en donde habrá dos de las veinte zonas de concentración, una en Planadas y otra en Villarrica.

El mérito de que esto haya salido adelante se debe a muchas personas, colombianas y extranjeras, que tuvieron altura de miras para tejer con paciencia el acuerdo. Pero si hemos de ser honestos, este logro está siendo posible y va a ser posible gracias al presidente Juan Manuel Santos. El jueves pasado trascendió que cuando en 2010 fue elegido presidente, antes de tomar posesión llamó a Ban Ki-moon, secretario General de Naciones Unidas, para decirle que buscaría la paz. Y decidió hacerlo con un libreto claro, aprendiendo de los errores, sin las espectacularidades ni las improvisaciones de otros. Esto hay que reconocerlo. Es mezquino no hacerlo.

El listado de personalidades y organizaciones a las que el país debe gratitud es largo. Lógicamente están el equipo negociador, con Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo a la cabeza. Gratitud con Cuba y Noruega, con Chile y Venezuela, con Estados Unidos -ahí donde crece el peligro crece también la salvación, decía Hölderlin- con la Unión Europea y El Vaticano. Y lógicamente, un reconocimiento especial a las FF.AA., por su profesionalismo y por jugar limpio al proceso y haberlo dado todo durante la guerra.

El camino por recorrer aún es largo, pero el pasado jueves se dio un paso de gigante. Todos debemos aportar en la construcción de la paz. Para comenzar, hay que desarmar los espíritus. Tender la mano a la reconciliación. Sé que no será fácil y que el cambio tomará tiempo, pero debemos hacerlo. Se debe facilitar la reincorporación de los guerrilleros. Este es un deber de todo demócrata. Ello no significa olvidar sus acciones ni estar de acuerdo con su ideología ni con sus propuestas, en algunas se podrá coincidir, en otras seguramente no. Pero se requiere abrir los corazones y las mentes para construir un país en paz.

Debería conformarse un grupo ciudadano de apoyo al proceso. 100 líderes para la paz, propuse hace unos meses. Hay que hacer pedagogía, socializar los acuerdos y campaña por la refrendación, cuyo mecanismo queda en manos de la Corte Constitucional, al comprometerse las partes a aceptar la decisión que ésta tome en la materia, con lo cual las Farc se someten a la institucionalidad. Esta es una estupenda noticia. Vamos por la paz, digámosle adiós a la guerra, y digámosle adiós para siempre.

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