Un mundo raro

Guillermo Pérez Flórez

La historia no se detiene ni su rumbo es predecible. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, la derrota del referendo convocado por Matteo Renzi en Italia y el avance del Frente Nacional en Francia indican, sin lugar a dudas, un reacomodo de las placas tectónicas de la política mundial. Y de qué manera.

El primer resultado de episodios tan disímiles pero tan llenos de coincidencias como los ya citados, es el ascenso al poder de fuerzas políticas conservadoras opuestas a la globalización. Un enfrentamiento consecuencia del malestar que produce el desfase entre desarrollo de la economía y la política. La primera va adelante. Es el combate entre globalización y estado nacional. La tecnología ha creado condiciones para un desarrollo económico global incesante, que no reconoce ni respeta fronteras y que los gobiernos no están en condiciones de controlar. Un ejemplo concreto es el servicio de Uber, causante de problemas sociales (y también oportunidades laborales) en las principales ciudades. Estados débiles, no pueden gobernar este tipo de plataformas en su territorio, como sí han podido hacerlo otros países, Alemania, China, Brasil, Francia y España, entre ellos. Algo similar sucede con Air B&B, hoy por hoy el mayor operador ‘hotelero’ del mundo, sin tener una sola habitación.

La globalización y la era digital avanzan de forma vertiginosa, pero dejan una estela de damnificados, que el populismo explota electoralmente, a pesar de saberlas incontenibles a medio y largo plazos. La solución son nuevas formas de gobernabilidad, para generar sincronía entre esas dos hermanas llamadas, economía y política, y sacar a globalización del estadio primitivo. Hace años, Barack Obama preguntó a Steve Jobs qué se requería para fabricar los iPhone en EE.UU. y éste le contestó: “tendría que cambiar toda la estructura económica mundial”. El problema no serían solo los bajos costes de mano de obra asiática, sino la desindustrialización de EE.UU. De allí las medidas proteccionistas de Obama, como la eliminación de exenciones fiscales a empresas si trasladan sus plantas al exterior, la reducción de la presión impositiva a la industria manufacturera y las medidas antidumping para combatir el subsidio a exportaciones en algunos países.

No es gratuito ver entonces a Matteo Salvini, líder de la Liga del Norte en Italia, proferir vivas a Trump, a Putin y Le Pen, tras conocer los resultados del referendo italiano. Todos ellos hacen parte de esa internacional conservadora populista asida al estado-nación para oponerse (quién lo creyera) a la globalización. Por eso la alternativa al neoliberalismo hoy no son los socialdemócratas, sino esa corriente que está a la derecha.

Este asunto es de la mayor importancia. En particular para los más jóvenes, que deben vivir en un mundo raro lleno de grandes oportunidades pero también de graves amenazas, inseguridades e incertidumbres. Cuando sepan las respuestas les habrán cambiado las preguntas. El coste es dramático. Significa quedar fuera de la carrera, morir en vida. Tal es el tamaño del desafío al que hoy nos enfrentamos.

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