La auténtica reconciliación

Guillermo Pérez Flórez

La marcha de las guerrillas farianas hacia las zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN) que vimos esta semana constituye un hecho histórico, con un efecto pedagógico inmenso. Hizo que la Colombia citadina fijara sus ojos en la Colombia profunda, que conociera sus rostros, las vergonzosas condiciones de atraso y pobreza en que ésta vive. Permitió, además, comprobar que las Farc están cumpliendo y que tienen toda la voluntad de cumplir.

Pudimos ver, una vez más, la fractura que existe entre el mundo rural y el mundo urbano, una desconexión que constituye un pesado lastre para el desarrollo nacional. Hay zonas que viven en el siglo XXI y otras que aún están en el XIX. Arreglar el pleito con las Farc era condición necesaria para comenzar a trabajar en la ‘reunificación’ de esos dos países. La Colombia rural en realidad es un océano de territorios inconexos, que carece de todo tipo de articulación básica. Hemos tenido más geografía que país. Y esa desarticulación nos ha impedido aprovechar el potencial que tenemos para crecer, desarrollarnos y construir bienestar y prosperidad.

Hay que integrar el territorio. Es una asignatura pendiente formulada en los planes de Desarrollo, de forma explícita o implícita, desde hace más de medio siglo, desde los tiempos de Carlos Lleras, de Alfonso López y de Julio César Turbay, que hablaron de Reforma Social Agraria, Desarrollo Rural Integrado (DRI) y el Plan de Integración Nacional (PIN), respectivamente. Todos estos planes con un terrible defecto común: diseñados y ejecutados desde Bogotá. Todos hablan de llevar Estado a las regiones, cuando lo correcto es construir Estado en las regiones.

Terminar el pleito con las Farc, dije antes, era condición necesaria para reunificar a Colombia. Necesaria pero no suficiente. Si de verdad queremos mitigar y reparar un poco la injusticia y la desigualdad entre la Colombia urbana y la rural, hay que trasladarle recursos y herramientas para la construcción de sociedad, Estado y mercados. La reconciliación no es solo entre las guerrillas y el resto del país. No. Es también entre el campo y la ciudad. Con el campo existe una deuda histórica que hoy es prácticamente impagable, no obstante hay que comenzar a hacerlo, y, cuanto antes, mejor. La implementación de los acuerdos de paz es la cuota inicial de ese proceso. Necesitamos un Estado eficiente. La dificultad burocrática para adecuar las zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN) es un botón de muestra de su ineficacia. Nada estaba listo.

¿Qué papel pueden cumplir las Farc en este proceso? Sin duda, uno protagónico. Las guerrillas, junto con las Fuerzas Militares y la Policía, son probablemente quienes más conocen el territorio. Lo han caminado vereda por vereda. Su conocimiento no es cartográfico. Pero el principal actor debe ser, tiene que ser, el campesinado, los indígenas, las organizaciones comunitarias, las negritudes, los colonos. Son ellos quienes hacen renacer la esperanza de una Colombia mejor, más justa y solidaria. Hay que hablar, dialogar y pactar con ese país que en los grandes centros urbanos no conocemos. Terminar el divorcio que existe entre el campo y la ciudad. Esa es la auténtica reconciliación.

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