La fábrica ministerial

Guillermo Pérez Flórez

El presidente Juan Manuel Santos acaba de nombrar un nuevo ministro de Justicia, Enrique Gil Botero, el sexto, luego de Juan Carlos Esguerra, Ruth Stella Correa, Alfonso Gómez Méndez, Yesid Reyes Alvarado y Jorge Eduardo Londoño. Lo anterior significa un ministro cada 12.83 meses. ‘Palomitas’ ministeriales. El único ministerio con mayor número de ministros es el de Minas y Energía, con siete.

No logro entender la lógica de los cambios. Que yo sepa estos relevos no han obedecido a cambios en las estrategias sino a factores coyunturales de política pequeña. Pero si algo necesita el país es que la justicia funcione. Que se tracen directrices orientadas a conseguir la descongestión del sistema judicial, que se combata la impunidad y la corrupción, y se mejore el sistema carcelario, que es un monumento vergonzoso a la violación de derechos humanos. Pero no. La justicia sigue siendo la cenicienta. El país le reconoce al presidente Santos sus esfuerzos en la terminación del conflicto armado, pero cuanto hace con la mano lo borra con el codo. Eso explica su bajísima popularidad. Vamos a completar 16 años sin que la justicia sea una prioridad. Lo más ‘importante’ que hizo la administración Uribe por ella fue eliminar el ministerio y lo más trascedentes que ha hecho Santos es volverlo a crear. Lo peor es que esto casi no parece importarle a nadie. De allí que mucha gente esté dispuesta a hacer justicia con su propia mano.

La reservas de petróleo están descendiendo vertiginosamente. Es muy posible que en cuatro o cinco años comencemos a importar gasolina, la exploración se encuentra prácticamente paralizada, sin embargo, hemos tenido siete ministros de Minas, como ya lo dije. Es imposible que un ministerio pueda funcionar con alguna estabilidad con tanto cambio. Entre cuatro carteras (Minas, Justicia, Agricultura y Transporte) suman 23 ministros. Santos cambia de ministros como cambiar de corbata. Muy pocos despachos escapan a esa rotación, los de Relaciones Exteriores, con María Ángela Holguín, y Cultura, con Mariana Garcés, son la excepción.

Uno de los grandes problemas del país es la ausencia de visión de medio y largo plazo. Vivimos comenzando de cero cada día. Es el arte de la improvisación permanente. Más de 50 ministros, dos “superministros” y tres ministros sin cartera, hacen de la Casa de Nariño una fábrica de ministros. Además, muchos de ellos no daban ni para secretarios y el país no los recuerda ni podría asociar una idea, una estrategia, un programa o un proyecto con su nombre. Pero bueno, quizás esa ha sido la regla en Colombia.

El perfil del ministro de la administración Santos es el de bogotano (19 lo son de nacimiento) o gente de provincia con arraigo social y político en Bogotá. Valle (5), Antioquia, Atlántico, Boyacá y Risaralda (4), Caldas (3), Norte de Santander (2) Cauca, Chocó, Guajira, Quindío, Tolima y Santander (1). Pasamos de la rosca antioqueña a la rosca bogotana. Colombia necesita menos nombramientos y más planeación, más estabilidad y más ejecución ministerial. Y sobre todo, verdaderos líderes que sepan hacia adónde conducir el país.

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