Descorrer el velo

Guillermo Pérez Flórez

Se puede definir la inercia como la incapacidad que tienen los cuerpos para modificar el estado de reposo o movimiento en el que se encuentran. Y me pregunto: ¿Hay inercia social? ¿Puede predicarse la inercia en los cuerpos sociales? Las preguntas vienen a cuento porque tengo la percepción de que Colombia tiene una tendencia inercial que le impide modificar el estadio en que ha vivido en los más recientes 70 años.

Los colombianos que viven en los grandes centros urbanos no parecen ser conscientes de lo que está sucediendo y de cuánto significa el fin del conflicto con las Farc. De hecho hay quienes pretenden atizar la hoguera a partir de los últimos silbos de llama que aún quedan. Y esta es una equivocación mayúscula. Hace dos años que las Farc silenciaron sus fusiles y diez días que terminaron de entregarlos. Esa es la realidad real, y punto. Desde una perspectiva histórica es un cambio trascedente en la vida del país, y cuanto más pronto seamos conscientes de esto más pronto recuperaremos la senda del desarrollo.

Tenemos una agenda totalmente represada. El padre Francisco de Roux señalaba esta semana, en su columna en El Tiempo, que el rezago en infraestructura hay que abocarlo ya, y ponía como ejemplo la tardanza en terminar una obra estratégica como el Túnel de La Línea. Llevamos casi 100 años hablando de ella, hace parte del relato de las frustraciones nacionales /regionales. En 1994 escribí una carta al candidato presidencial Ernesto Samper en la cual le pedía un compromiso con dos obras que constituían un clamor de los tolimenses: el Túnel de La Línea y el sistema de irrigación del llamado Triángulo del Sur. Samper, sin duda un buen amigo del Tolima, contestó que sí y haciendo gala de su sentido del humor, dijo que lo haría entre otras cosas porque tenía curiosidad de saber qué pediríamos los tolimenses una vez estos sueños se hicieran realidad.

Casi 25 años después de esta anécdota estas obras aún siguen siendo sueños. ¿Y cuál es la razón? Que el centro de gravedad de nuestras preocupaciones no ha sido el desarrollo sino el conflicto armado. Éste se volvió un lastre y un tupido velo que no nos permitía ver otras urgencias. Pensemos que ésta es la razón. La cuestión es que el conflicto con las Farc terminó, y que es el momento de descorrer el velo y comenzar a configurar una nueva agenda. Hay que superar el falso dilema de paz o guerra en que algunos sectores nos quieren conservar. Hacer eco a ese juego perverso es un error craso. El incendio se acabó, no hay que confundir las brazas trepidantes que aún subsisten con la hoguera. Repito: el conflicto armado terminó, no va más. Cesó la horrible noche. Abandonemos esa actitud inercial monotemática.

Si descorremos el velo y abocamos la agenda del desarrollo y normalización del país veremos las debilidades, las oportunidades, las fortalezas y las amenazas que tenemos. Hablemos de desarrollo, de equidad y de democracia. Superemos la inercia del atraso. Miremos hacia adelante. Hay mucho por hacer.

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