Bajémosle al tonito

César Picón

Uno de los jóvenes periodistas ibaguereños que cubrió el evento “Café por la paz”, convocado el lunes pasado por el comité “Generación del Sí”, me compartió como en su profesión también se sentía la polarización del país por cuenta del proceso de paz. Luego de haber publicado una nota en la que informaba sobre la creación de un comité promotor por el “No”, empezó a recibir mensajes en los que se le acusaba de “paraco” y “guerrerista”, entre algunos otros irresponsables señalamientos. Pocos días después, como producto de una nota periodística relacionada con la constitución de nuestro comité por el “Sí”, también le llegaron deplorables mensajes como que “le habían llenado la jeta de billetes”, que era un “vende patria”, así como otras tantas ofensas.

En redes sociales la historia es la misma: mensajes van y vienen descalificando, agrediendo y ofendiendo a quienes apoyan una u otra alternativa. Ya nadie puede apoyar el “Sí”, sin estar “enmermelado” o sin ser amigo de las Farc. Quienes apoyan el “No”, también son tachados de pendencieros y guerreristas. Para los del “Sí”, sus opositores son, al menos, estúpidos, porque no han podido ver la luz de lo que significa la terminación del conflicto y la posibilidad de construir una paz estable y duradera. Para los del “No”, los demás son imbéciles que no han podido entender que con los acuerdos de La Habana se le está entregando el país al terrorismo y que en poco tiempo Colombia se parecerá en mucho a una república Castro-chavista.

Nadie le encuentra la razón al otro. El ignorante, el irracional, el que no sabe leer o que no puede entender, está justo en el otro bando, porque en el propio solo están los iluminados que descubrieron lo que verdaderamente entraña el Plebiscito y los acuerdos de La Habana. Así se pasan los días mientras todos los colombianos esperamos que llegue el 2 de octubre.

No puede ser posible que hayamos llegado a esos extremos. No puede ser que mientras todos queremos lo mismo, que haya paz en Colombia, estemos denigrando de los demás simplemente porque piensan diferente. Es cierto que muchos están completamente desinformados, también que hay mucha exageración, también que hay quienes aprovecha la coyuntura para buscar réditos políticos; así mismo hay muchos soñadores, otros son demasiado confiados, pues “de todo hay en la viña del señor”. Sin embargo, parece que estamos perdiendo la capacidad de comprender al otro, de ser compasivos, de reconocer que somos semejantes a pesar de las diferencias.

A nuestros opositores, muchos que hasta hace poco admirábamos o apreciábamos, ahora los vemos con prevención, con desdén, como si estuvieran haciendo algo demasiado perverso y que no podemos aceptar. Ya no parecemos tan piadosos, estamos perdiendo mucho de lo que nos hace humanos.

Como si la violencia no hubiera dejado ya bastantes enemigos y rencores, los colombianos estamos permitiendo que la búsqueda de la paz siga abriendo profundas heridas en nuestra sociedad. Quedan menos de 15 días para el Plebiscito, ¿qué tal si le bajamos al tonito y sin importar lo que cada uno defienda nos tratamos como hijos de una misma patria?

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