Voto en blanco, silla blanca

Jaime Eduardo Reyes

Durante el preconteo en las elecciones regionales de octubre de 2019 hubo un fenómeno que llamó poderosamente la atención de toda la comunidad política y de los analistas; el aumento de los votos en blanco tanto para Ibagué como para el Tolima. En estas elecciones muchos ciudadanos consideraron que ningún candidato era el adecuado.

En Ibagué, para la elección de Alcalde, el voto en blanco alcanzó el 11,37% duplicando la votación de 2015 cuando fue de 5,37%, porcentaje que superó a cinco candidatos. En esta ocasión los electores expresaron una mayor inconformidad con los candidatos y una muy buena parte de la opinión prefirió no respaldar a ningún de ellos.

Y, para la elección de Concejo Municipal el voto en blanco alcanzó el 12,03%, cuatro puntos por encima de 2015 cuando fue de 8,09%, no hay duda que les pasaron una factura de cobro por todo el desprestigio de la corporación, con este resultado, de otorgársele curules a la votación en blanco habría que darle una plaza en el cabildo ibaguereño.

En el Tolima, para la elección de gobernador, el voto en blanco alcanzó el 13,20%, cuatro puntos por encima de 2015 cuando fue de 9,20%, muy cercano a la votación del tercer candidato.

En Asamblea el fenómeno fue mucho mayor, el voto en blanco alcanzó el 17,87% , cuatro puntos por encima de 2015 cuando fue de 13,84%, con esta votación el voto en blanco se ubicó en el segundo lugar después del partido conservador y de otorgársele curules habría que darle entre tres y cuatro sillas en la duma departamental. Este resultado en el Tolima es un llamado de atención de parte de los ciudadanos a los partidos políticos; que solamente un partido haya superado a los votos en blanco es un mensaje que no se puede desestimar y que debe poner a reflexionar a las directivas partidistas sobre su rol en la sociedad y la forma de cómo se les está percibiendo por parte de los ciudadanos.

Desafortunadamente, estos resultados no tienen un efecto práctico. Pasada la semana poselectoral nadie volverá a acordarse de la magnitud de los votos en blanco y bajo la legitimidad que le da el sistema electoral a los candidatos elegidos la expresión de inconformidad ciudadana será una anécdota más. Me atrevo a escribir que lo que sí habrá de parte de la clase política regional serán oídos sordos para este mensaje.

Se necesita reflejar esa inconformidad de alguna forma, que tal lo siguiente, si el voto en blanco se tiene en cuenta para establecer el umbral, por qué no estudiar la posibilidad de incluirlo en la misma categoría de los partidos y entregarles curules, algo así como “la silla blanca”, equiparándola a la silla vacía, bajo el mismo enfoque de castigo, ya no para el partido en particular, sino para la mediocridad de los partidos.

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