Yezid Castaño: El último Cofrade que no tragaba entero

Jaime Eduardo Reyes

Lamento profundamente la muerte del exgobernador del Tolima Yezid Castaño González, ibaguereño ejemplar e indiscutido líder de su generación. Les expreso a sus familiares, en nombre de mi familia, de mis compañeros de trabajo en la Universidad y amigos, nuestras más sinceras condolencias y sentimientos de solidaridad en este triste momento, lo extrañaremos y siempre estará en nuestro recuerdo.

Ya se ha escrito en otros artículos los logros de Yezid Castaño, por lo que no voy a detallarlos en esta columna, sin embargo, vale la pena decir que fue un funcionario público excepcional, honesto y diligente.

Fueron varias las ocasiones en las que tuvimos la oportunidad de dialogar, hacerlo era todo un placer, fue un hombre muy ilustrado y culto, de esos con los que se puede estar varias horas hablando al calor de un buen café. A propósito, la última vez que lo hicimos fue en la Universidad de Ibagué, esa Institución de educación superior que ayudó a fundar y por la que tanto se preocupaba. Hablamos de un proyecto urbanístico que estaba realizando con un grupo de amigos y socios en Ibagué. Yezid Castaño fue un emprendedor y visionario del desarrollo, varias empresas fueron fundadas por él, la aerolínea Aires entre ellas. Esta cualidad lo acompañó hasta el final de sus días.

De todas las anécdotas e historias que Yezid Castaño contaba las que más me gustaban eran las de su mentor y maestro Alfonso Palacio Rudas, conocer a Yezid era conocer a Palacio Rudas. Si alguien quiere saber de la vida de este tolimense y hombre de Estado debe leer los escritos de Castaño González, en estos muestra los aspectos de la vida de Palacio en su carrera y pensamiento político, como profesor universitario, como escritor: el poder de la pluma del El Cofrade, sus aficiones, la creación y conservación de su biblioteca, su participación en la nueva Constitución de Colombia 1991, entre otras fases de la actividad política del exconstituyente.

Yezid como discípulo de Palacio fue un hombre singular que tuvo capacidad para oír, idoneidad para enseñar, destreza para sintetizar, carácter para criticar y claridad conceptual. Su vida fue un elogio a la cofradía de quienes no tragan entero, término que acuñó Palacio para referirse a quienes no comparten la actitud pasiva, conformista y pusilánime de quienes aceptan sin reticencias ni reparos todo lo que ocurre, bueno o malo, en su entorno personal. Hacer parte de este grupo era no comulgar con el facilismo, ni acomodarse sumisamente a las circunstancias y a sus protagonistas y ejercer en cambio, sin temor, el sagrado derecho de disentir, de opinar y de obrar conforme a los dictados de su conciencia. Es justo aquí en donde se ubica el legado y la valiosa enseñanza de Yezid Castaño González.

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