Editorial: Un Estado desaforado por los impuestos

En Colombia los impuestos que se pagan son excesivos desde todo punto de vista, no solo por las altísimas tarifas sobre el porcentaje del ingreso de empresas y personas, sino particularmente por lo que el contribuyente recibe a cambio.

Lo dicen los colombianos del común y los extranjeros también. Lo dicen los expertos en el exterior y los nacionales también. En Colombia los impuestos que se pagan son excesivos desde todo punto de vista, no solo por las altísimas tarifas sobre el porcentaje del ingreso de empresas y personas, sino particularmente por lo que el contribuyente recibe a cambio. Léase una pésima infraestructura y un triste cubrimiento de las necesidades básicas de los más necesitados por un lado y escándalos constantes y crecientes por corrupción contra los presupuestos públicos por el otro.

El más reciente en expresar el problema de los gravámenes excesivos fue el Consejo de Empresas Americanas, CEA, entidad que reúne a más de 120 compañías estadounidenses con presencia en Colombia, según el cual hay impuestos que solo existen en este país y que hacen más onerosa la operación para las firmas establecidas aquí. Además, esta es la nación donde más se paga impuesto a la renta en la región, con tendencia al alza. Sobre todo, de concretarse la próxima y enésima reforma tributaria que con seguridad se aprobará en la segunda parte del año.

Y es que los impuestos en Colombia ya son tan altos, que basta con mirar cómo se ha estancado la inversión extranjera desde hace 4 años, en este caso la de los Estados Unidos, que entre otras cosas es la más alta entre todos los países extranjeros.

Pero el Gobierno, o bien no se ha dado cuenta de esa consecuencia alarmante, o peor aún, ya la registró y no le importa.

Y no le importa, porque es tanto el afán, el desafuero por cubrir sus déficit crónicos de los cuales buena parte vienen de la caída de los precios del petróleo, sí, pero otra porción de los números rojos sólo la explica la corrupción rampante, que a pesar de lo que le digan ciudadanos y expertos nacionales e internacionales, insiste en aumentar las cargas en materia impositiva.

Así, no solo el país continuará en su marcha hacia ser cada vez menos competitivo frente a sus pares (y no solo por la carga de impuestos, sino por la pésima infraestructura también), sino que se le ponen más frenos a una economía cuyo líder es un sector privado cada vez más golpeado y arrinconado por un Estado desaforado al que no le importa en lo más mínimo el futuro de quienes lo alimentan.

¿Hasta cuándo insistirá en lo mismo y hasta qué punto aguantarán los contribuyentes?

REDACCIÓN EDITORIAL

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