Ibagué ya no es la pequeña villa de hace unas décadas, sino una ciudad que se expande continuamente, por lo cual es necesario que se construyan más parques, y que los existentes se conserven en buen estado y se les haga mantenimiento frecuente. Además, que se garantice que puedan ser usados en forma segura por la comunidad.
En los últimos años se hicieron inversiones en parques biosaludables para los barrios, pero posteriormente fueron abandonados. El parque deportivo, el más grande e importante de la ciudad, estuvo cerrado por cerca de un lustro, por causa del desastre de los Juegos Nacionales de 2015. Poco a poco el lugar se ha ido recuperando y hoy se encuentra en operación, con escenarios aptos para la realización de torneos de alta competición. Aún falta arreglar las zonas verdes, construir el complejo acuático y concluir el tejódromo, pero está abierto al público y en los días navideños fue iluminado, lo que atrajo un buen número de visitantes.
El parque Andrés López de Galarza, uno de los más tradicionales, fue objeto de una remodelación, que fue entregada el 31 de diciembre. Lastimosamente, el escenario no ha podido ser disfrutado por los ciudadanos, como era la intención, porque los alrededores son inseguros (prostitución, delincuencia, drogadicción). Se requiere llevar a cabo una labor social que permita la recuperación efectiva del entorno.
El emblemático parque Centenario, otrora orgullo capitalino, se encuentra en un estado ruinoso, al igual que la emblemática concha acústica. Pese a ello, en las mañanas decenas de personas acuden allí para ejercitarse.
A pesar de que no se hallan en óptimas condiciones, los parques y plazas tienen gran afluencia de público, en especial durante los fines de semana, una muestra clara de su importancia en la vida ciudadana. Asegurar el buen estado de los parques es una tarea que mejorará la calidad de vida de los ibaguereños.
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