La poética de caminar

FOTOS
Los verdes tonos de un sendero ecológico, las gélidas aguas de dos cascadas y las torrenciales aguas de un balneario natural son los paraísos perdidos de Ibagué, que sólo atrevidos caminantes pueden recorrer.

1. Barrio Alaska

Alaska 

Por las frías y silenciosas colinas de los cerros noroccidentales de Ibagué, un sendero abrazado de maleza, flores y otras especies se abre paso por los cielos de la urbe que aceleradamente ha ido creciendo en los últimos años.

En los confines del barrio Alaska, plácidos olores a musgo transitan por un sinnúmero de escalones que conducen a los extraordinarios pinos de la vereda del mismo nombre.

Un letrero descolorido anuncia el incierto recorrido que no se resistirá en dejar el pulso desbocado y un leve dolor en las piernas hasta llegar a La Escuela, un recóndito armazón en la cúspide de la montaña.

La Virgen del Carmen confinada en la montaña saluda a los pocos transeúntes que se atreven a tal hazaña. Los moradores sienten lástima por las ingenuas y cosmopolitas caras de los insólitos visitantes por el largo trayecto que les espera. 

Transcurridos 20 minutos de iniciada la travesía, aparece un intervalo que anuncia la majestuosidad de los diminutos y, a veces, insignificantes edificios que se aglutinan para salir en la foto.  

Apenas había empezado el camino cuando el paisano siente su modesta existencia en la inmensidad, que en otras grandes ciudades llaman pueblo, pero que, en ese punto, no se vislumbran ni las últimas edificaciones. 

A su paso por el pedregoso sendero, mariposas de colores, una gama infinita de verdes y el sonido del agua en las canaletas acompañan el infinito itinerario.Atrás quedó la ciudad. Cafetales y plataneras escalan por las pendientes bajo una tradicional casa campesina cercada por árboles de pino que armonizan la llegada. 

En poco más de una hora, los escalones se acaban, los árboles y las plantas que abrazaban el sendero desaparecen y una panorámica de la ciudad saluda a los fatigados visitantes que osaron en observarla desde la cumbre.

Duración:Hora y media Acceso: libre, por camino demarcado

2. Barrio La Paz

Dos Cascadas

Dos cascadas de la vereda Ancón Tesorito invita a los más intrépidos caminantes a refrescarse en sus gélidas aguas, ubicadas a los costados de un áspero ascenso que abarca desde el barrio La Paz hasta la tienda La Cascada.

Un camino de herradura, como suelen llamarlo, sirve de escape de la estruendosa y estresante ciudad, de los repetitivos actos cotidianos, de la polución y demás particularidades que forman parte de las capitales.

Una hora y media entre cascada y cascada indica el largo recorrido que lleva a conocer las montañas al norte de la zona urbana. Sin embargo, las opulentas flores en las fachadas de las casas advierten la diversidad de especies que desatenderán las interminables horas.

De la primera, deseada, afamada, por la que hace algunos años fluía abundante agua, hoy sólo queda un escaso afluente. Atrás quedaron su fuerza y sus frías aguas que anudaban los músculos. Pero su belleza sigue intacta.

En cambio, la segunda, olvidada, ignorada y distante, anuncia a lo lejos su solemne presencia. Las estruendosas aguas que caen del filo de una pendiente a más de 30 metros son un paraíso perdido en medio de las montañas.

Duración:Hora y media Acceso: libre, por camino demarcado

3. Vereda Cay

Balneario natural

 Una cuadra antes de llegar al puente de Chapetón, la vía que conduce a la vereda Cay hasta la vereda La Cascada, goza, como su nombre lo indica, de una cascada que, pese a su corto afluente, acumula sus aguas haciendo de esta un balneario extraordinario.

Por un poco más de una hora, la rocosa vía que une a las dos veredas conduce a las cristalinas aguas de una comunidad cuya vivacidad acompaña la caminata. 

Duración:tres horasAcceso: libre, por camino demarcado

 

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DIANA MELISSA DELGADO ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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