“El recurrente enemigo exterior”

Los seres humanos sin excepción, tenemos la propensión de culpar a “un agente externo” a quien solemos llamar “enemigo exterior”, de todo aquello que nos sale mal o presumimos que nos va a salir mal, al punto que algunas organizaciones, conscientes de ello, han consagrado a título de mandamiento administrativo, el “siempre hallarás un agente externo a quien culpar”.

Y el ignaro neomandatario de los venezolanos no podía ser la excepción, preparado previamente para ello con libreto cubano en mano y contando para ello con la complicidad de todos los órganos del poder público de su país manejados acorde con sus requerimientos y necesidades por el “movimiento bolivariano”, sobretodo el Legislativo que dirige el chafarote Diosdado Cabello.
 
Porque no podemos olvidar que el isleño tutor del hoy gobernante venezolano, señalaba sesenta años atrás a “los gringos y al exilio cubano” como responsables de los reiterados descalabros de su fracasado experimento comunista y de querer asesinarlo a través de la CIA, como aún  hoy lo hace en sus recurrentes reminiscencias seniles.

Cosa que, desde el distante siglo XVI, ya Nicolás Maquiavelo -a quien algunos le atribuyen la invención de la moderna dictadura- recomendaba hacer a los gobernantes en su conocida obra “el Príncipe”: renunciar a los escrúpulos y  usar la astucia e incluso la mentira, a la hora de buscar el incremento de su poder sobre los demás y evitar la oposición y el caos institucional que ésta persigue.

Lo cual no es ni más ni menos que la recurrencia a la antigua farsa en el angustiado desempeño del poder que vive Maduro, en medio de un grave descuadernamiento institucional provocado por un grosero fraude electoral y para tratar de mantener a flote el ineficiente proyecto de corte asistencialista y demagógica de su fallecido líder, apalancado por el petróleo, único renglón de su resquebrajada economía que aún sobrevive haciendo agua, gracias a unas severas restricciones en el consumo adoptadas presurosamente como medidas de supervivencia, mientras logran estabilizar su aparato industrial y agrario, sumido en la anarquía gracias a una demagógica y populista orientación laboral y a las nacionalizaciones.

La misma farsa que ha venido sirviendo a los “dialogantes” de la farc como marco ideológico que tomaron prestado del experimento de Chávez, destacándolo en su santoral como el paradigma  de la democracia y el cambio, digno de imitar.

Un país sin gobernante, sin “aguja de marear” en lo político y económico, conducido apenas sí por los consejos de dos foráneos sexagenarios fracasados y las invocaciones hechas por un aprendiz de brujo a su finado conductor como otra tropical expresión del “realismo mágico” que se niega a desaparecer en esta parte del continente.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME- DôME

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